Tenemos dos orejas y una sola lengua para que escuchemos más y hablemos menos. Escuchar al otro significa parar, prestarle atención, regalarle nuestro tiempo y abrirnos a intentar ponernos en sus zapatos, a conectarnos con sus sentimientos y comprender sus emociones.

¿Alguna vez sientes que no te escuchan? Si la respuesta es afirmativa, revisa bien lo que está pasando, puede ser que tampoco estás dispuesto a escuchar a los demás, quizás tus preocupaciones te absorben y no tienes disposición para escuchar al otro, simplemente buscas que te escuchen.

Por lo general las personas suelen tener el hábito de hablar mucho, tanto que, aunque no se dan cuenta cansan a los otros incluso llegando a convertirse en un fastidio, pues pareciera que no se callan nunca, hablan y hablan sin parar.

Estas personas igualmente suelen decir cosas inadecuadas o innecesarias que después les traen dificultades en las relaciones. Poca sabiduría hay en aquel que habla por hablar, sin medirse en lo que dice y sin escuchar atentamente lo que dicen los demás.

Detrás de esta necesidad de hablar mucho y escuchar poco se esconde la ansiedad de una persona insatisfecha, aburrida o cansada de algunas circunstancias de su vida que no es capaz de cambiar y a las que por fuerza mayor siente que debe someterse.

Por lo general las personas no escuchan al otro porque mientras que este habla, mentalmente están preparando lo que van a responder, lo cual, se traduce en que nunca escuchan, ni desarrollan la capacidad de conectarse con su interlocutor, igualmente se les dificulta ser empáticos y amables.

Quien está verdaderamente satisfecho y feliz, quien ha construido paz en su interior y tiene la capacidad de expresar el amor, no necesita hablar hasta cansar, todo lo contrario, evita hablar de más, pues sabe que el que mucho habla mucho se equivoca.

El silencio y la prudencia de callar antes de hablar más de lo indicado, es virtud del sabio, de aquel ser que dice lo necesario en el momento adecuado, poniendo siempre por delante el respeto a los demás.

Escuchar con atención es amar, respetar, valorar a la otra persona, servirle de soporte cuando lo necesita, brindarle lo mejor que tenemos sin ponerle condiciones, dando lo mejor de nosotros, para a cambio recibir lo mismo.

Preguntas:
¿Qué tan prudente eres al hablar?
¿Escuchas lo que te dicen o preparas la respuesta que vas a dar?
¿Te fastidian las personas que hablan mucho?

Luz Stella Solano M.

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