Los cambios frecuentemente son rechazados por la mayoría de las personas, cambiar es dejar o renunciar a una cosa o persona para cambiarla por otra diferente.

En otras ocasiones la palabra cambio viene ligada a la esperanza o el deseo de encontrar algo mejor, hace referencia a la ilusión de que pronto llegará una solución a situaciones que nos atormentan, en todo caso, las épocas difíciles o las crisis conducen al ser humano a soñar un cambio.

Sin embargo, esto no siempre sucede, por lo general el cambio produce miedo y ansiedad hacia lo desconocido. Ante la expectativa de futuros cambios las personas generan rechazo y resistencia porque temen enfrentar lo extraño, ante lo cual se sienten vulnerables.

Morir en vida

Aquel que se niega al cambio muere lentamente, ese ser que tiene miedo de vivir y experimentar cosas desconocidas se convierte en esclavo de sus hábitos y aferrado a ellos repite cada día la misma rutina, porque se siente incapaz de incursionar en una nueva y diferente manera de hacer las cosas.

La persona temerosa a los cambios que se niega a ensayar nuevas y diferentes formas de hacer las cosas, a abrir su mente y corazón a conocer personas y experimentar con el mundo de lo desconocido tiende a volverse huraño y solitario.

Compartir espacios con alguien así es un poco difícil, quiere que siempre se hagan las cosas de la misma forma, que se recorran los mismos trayectos, se usen los mismos colores y no se arriesga a vivir aventuras nuevas y desconocidas, prefiere una vida sedentaria, ver televisión haciendo de este aparato un compañero permanente, pues con él se siente seguro, comer lo mismo sin arriesgarse nunca a experimentar sabores exóticos y diferentes.

Se autocondena a vivir sin una pasión, sin el entusiasmo por un sueño, jamás arriesga lo cierto por lo incierto, todo lo piensa tanto que finalmente nunca se decide, no se permite algunas veces hacer caso omiso de los consejos ajenos o cambiar las costumbres y tradiciones ancestrales para seguir los dictados de su corazón.

Se acaba lentamente quien no viaja, no prueba nuevos sabores, no lee ni se atreve a acercarse a lo desconocido, a bailar aunque no sabe hacerlo, a cantar sin importar nada diferente a disfrutar, muere poco a poco quien no vive una noche de locura hasta llegar a un amanecer de ensueño, quien no encuentra la alegría de la vida en sí mismo, quien repite cada día la misma y absurda rutina que lo aleja del encanto de no saber qué sucederá, pero que a pesar de todo se arriesga y espera aún con ansiedad algo extraño pero deseado.

Las fauces de la rutina

La vida está hecha de momentos unos mejores que otros, pero todos grandiosos si soltamos el temor a experimentar lo desconocido y nos adentramos al mundo mágico del riesgo controlado, de la aventura que llena la vida de poder y le da un toque de grandeza y al mismo tiempo de sentido y alegría.

Todos tenemos un mundo que explorar sin nada que perder, la vida misma es una excitante aventura que cada uno debe vivir en carne propia, pero que si huimos de ella por temor viéndola como algo peligros, caemos en las fauces de la rutina y eso si que es mortal porque nos mantiene atados a una supuesta zona de confort que tarde o temprano talla tanto que finalmente produce desasosiego y ansiedad.

Nada peor para nuestro espíritu que quedarnos quietos por temor a aventurar y continuar eternamente aferrados a los hábitos cotidianos cerrados a experimentar cosas diferentes, interesantes y emocionantes. Cambiar es una aventura, es una invitación a movernos y probar lo desconocido, a hacer cosas diferentes que nos hagan palpitar y nos saquen de la monótona y aburrida cárcel de la rutina, incursionar el mundo de lo desconocido nutre el alma, es la mejor manera de aprender y crecer.

El simple deseo de hacer algo no cambia nada, la diferencia está en tomar la decisión de hacer verdaderos cambios y empezar inmediatamente sin buscar justificaciones. Todo cambio es una aventura que nos conduce al fascinante mundo de lo desconocido, abriendo las puertas a una nueva vida podemos abandonar las viejas rutinas, los hábitos malsanos y las costumbres anquilosantes que nos atan a una vida rutinaria y desesperanzada.

Luz Stella Solano M

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