by Nueva Humanidad | Alberto Merlano Alcocer, Artículos Nueva Humanidad, Paz Interior |
En este artículo se explica el procedimiento para lograr comunicarnos en forma empática con nuestros interlocutores.
¿Cuál es el propósito de la escucha empática?
El objetivo de la escucha empática, también llamada comunicación transformadora y comunicación no evaluativa, es COMPRENDER lo que su interlocutor(a) le transmite, no sólo RACIONALMENTE, su pensamiento, sino también EMOCIONALMENTE, sus sentimientos, de modo tal que se sienta plenamente entendido.
¿Cómo se hace esto?
Debe estar dispuesto a proceder del siguiente modo:
- Abstenerse de emitir juicios mientras trata de comprender a su interlocutor(a). Limítese a tratar de comprenderlo(a) racional y emocionalmente, sintonizándose con él. Pregunte todo lo que le ayude a lograr esa comprensión racional-emotiva.
- Cuando crea haber comprendido, repítalo a su interlocutor(a) usando sus propias palabras (las de usted). Haga esto hasta que su oyente esté de acuerdo en que lo que usted entendió, es lo quería decirle.
- No trate de convencer al otro, recuerde: el objetivo es COMPRENDER no persuadir.
- Si es necesario tomar una decisión, use dos tiempos, uno para comprender otro para decidir. Tome un descanso que separe el proceso de decidir del de comprender, y enfrente la solución de sus diferencias con su interlocutor(a) buscando un acuerdo que satisfaga los intereses de ambas partes.
¿Qué hacer si por razón de su función, padre, madre, jefe, profesor(a), juez, etc. Debe juzgar?
- Juzgue sólo cuando haya comprendido racional y emocionalmente al otro, no antes, no durante, DESPUÉS.
- Concéntrese en juzgar la conducta, usando para ello el o los REFERENTES adecuados, la LEY, las normas de convivencia del hogar, las reglas de evaluación de la materia, etcétera, que sean pertinentes a la situación.
- Evite convertir la conducta de su interlocutor en una característica permanente e inmodificable de su personalidad. Ejemplos:
- NO diga: es un grosero, mal educado. Señale la conducta: Le levantó la voz a su mamá y la dejó hablando sola.
- NO afirme: es una mujer amoral, promiscua, infiel. Describa la conducta: se enamoró de otro hombre, dejó a su esposo y se fue a vivir con él.
- NO señale es un ladrón; diga: se llevó a su casa herramientas de trabajo sin permiso de su supervisor y no las devolvió.
- NO comente que es un mal estudiante… un vago… un irresponsable; especifique: perdió la materia porque no alcanzó la nota mínima para aprobarla, etcétera.
Esto es más que glamour conversacional, tiene mucho más fondo. En palabras del filósofo Edgar Morin, en su obra MIS DEMONIOS[1]: (…) el axioma de Robert Antelme –no separar a nadie de la humanidad- está y estará presente en mi espíritu. En eso me diferencio (…) de todos los que reducen el criminal a su crimen. Un ser humano es mucho más que su conducta en un aspecto determinado, y no es inteligente reducirlo a ella, ignorando otros aspectos de su ser.
En el campo cristiano equivale a la idea que recoge la frase “duro con el pecado y suave con el pecador”. Si desde el referente cristiano Dios se abstiene de juzgar el ALMA de un ser humano, hasta el momento de su muerte, ¿Por qué hacerlo en vida cuando todavía hay posibilidades de cambio? Si es necesario evaluar, concéntrese en la conducta del prójimo, sin condenar su ALMA.
Toda persona consciente o inconscientemente usa unos referentes, acertados o falso, para tomar sus decisiones. Hay por lo tanto una lógica subjetiva que conduce a que lo que cada persona senti-piensa o actúa, sea coherente con su información, su modo de procesarla y sus referentes. Toda persona tiene razón desde la perspectiva de su lógica subjetiva, aunque no la tenga desde un punto de vista objetivo, o desde referentes distintos a los que ha usado para llegar a las conclusiones a las que llega.
Tenga en cuenta que esto no significa estar de acuerdo con su conducta, sino aceptar que toda persona actúa en función de su propia percepción de la realidad, no importa lo distorsionada que esta sea.
¿Por qué es tan difícil practicar la escucha empática?
Es prácticamente imposible escuchar empáticamente a alguien que piensa distinto a uno, sin que los propios pensamientos y sentimientos no se modifiquen, generalmente en forma favorable tanto hacia el interlocutor o interlocutora, como hacia el tema que se esté tratando.
Dado que para la mayor parte de las personas la imagen que tienen de sí deriva de sus senti-pensamientos, la modificación de los mismos se torna amenazadora para su coherencia interna y se tiende a bloquear la mente y cerrar el corazón, cuando se percibe, como consecuencia de la escucha empática, que la propia forma de pensar y de sentir se está modificando.
Lo anterior provoca que se disparen mecanismos psicológicos de defensa, que buscan bloquear el entendimiento de la verdad del otro para proteger la propia coherencia interna, fundamentada en la mayoría de los casos, en la adhesión a la forma de percibir la realidad de cada quien.
¿Cómo mantener la apertura racional- emotiva al otro u otra?
Hay dos métodos principales, no excluyentes; a saber:
- Percatarse de que usted es fundamentalmente un centro de consciencia y de que su identidad no depende de lo que piensa o siente. Ha cambiado de forma de pensar y de sentir innumerables veces y sigue siendo el mismo; por lo tanto, si como consecuencia del diálogo empático cambia, su esencia, lo que es, un centro de consciencia permanece.
- Darse cuenta de que quién juzga antes de comprender, no sólo no entiende, sino que no cambia, y sobre todo que ese cambio NO lo produce su interlocutor sino la comprensión que usted realiza de sus senti-pensamientos; es decir, es usted mismos el que decide modificar su forma de ver las cosas al contrastarlas con otras percepciones de la realidad. Igualmente entender que al modificar sus senti-pensamientos acercándolos más a lo que las cosas son, evoluciona hacia una mejor versión de usted mismo.
y aprender a mirar la vida no sólo desde la propia perspectiva sino también desde la de los demás, ampliando racionalmente su mente y emocionalmente su corazón.
No pierda la oportunidad de usarla.
ALBERTO J. MERLANO A.
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by Ok Web | Alberto Merlano Alcocer, Artículos Nueva Humanidad, Paz Interior |
Se describe la práctica de la observación no evaluativa, necesaria para desarrollar una auténtica comunicación en la que los interlocutores estén dispuestos a cambiar, como consecuencia de comprender empáticamente el punto de vista del otro.
No se comprende lo que se juzga
La práctica de observar sin juzgar consiste en hacernos conscientes de la experiencia, momento a momento, en el aquí y ahora, sin la interferencia de juicios o reacciones mentales o emocionales.
No se comprende lo que se juzga. Para evaluar se requiere, un deber ser contra el cual comparar lo que observamos. Para comprender es necesario suspender, por lo menos provisionalmente, el patrón normativo de referencia, sin ningún proceso consciente o inconsciente de evaluación.
No somos lo que hacemos
Comprender sin juzgar es difícil, pero no imposible. En asuntos humanos el juzgar impide entender el punto de vista del otro. Si queremos lograrlo hemos de hacerlo sin juicios y, si este es imprescindible, debe realizarse sólo después de haber comprendido, no antes, y siempre acerca de la conducta, no del ser; es decir, sobre lo que el otro hace y no sobre lo que ES, mirando como distintos, aunque complementarios, al individuo y sus senti-pensamientos y acciones.
Escuchar desde la nada, desde el vacío, sin juzgar, es empezar a entender. Quien juzga no comprende porque está mirando la cuestión desde su propio punto de vista y no desde el del otro; tampoco cambia porque no se permite ver los otros ángulos del asunto pues se ha formado ya su propia una opinión.
La llamada comunicación transformadora o empática consiste en comunicarse con el interlocutor tratando de entender no sólo sus razones sino sus sentimientos, sin emitir crítica alguna. El propósito de los interlocutores es COMPRENDER la posición racional-emotiva de cada uno de ellos, no necesariamente tomar una decisión.
Muchas veces el solo entendimiento del mundo racional emotivo del otro produce cambios significativos en la relación, porque el proceso conduce no sólo a entender mejor el mundo en el que vive el interlocutor, sino que al hacerlo la propia forma de ver la situación también se modifica.
El proceso es el siguiente:
- Escuchar al otro sin cuestionarlo, buscando entender sus senti-pensamientos.
- Resumir lo escuchado, validando si la recapitulación es correcta a juicio del interlocutor.
- Opcional: decidir qué hacer.
Observar sin juicio no implica necesariamente que nos abstengamos de hacer evaluaciones, sino que mantengamos una separación temporal entre nuestras observaciones y nuestros juicios.
Aceptar a los demás
Una de las recomendaciones más poderosas para facilitar esta práctica, es aceptar a los demás tal como son. Esto puede implicar algo más que la pasividad que proviene de la simple resignación ante lo que no podemos modificar. Se podría convertir en complicidad, una forma de tolerancia activa, con la vida del otro mientras ella no perjudique a los demás. Tal vez sea este el modo más profundo y más bello de relación entre seres humanos que se aman.
Observar en forma no evaluativa, no sólo es necesario para comprender a los demás, sino también para aplicar la célebre y útil sentencia del oráculo de Delfos conócete a ti mismo pues nuestra evolución hacia formas más avanzadas de consciencia y de vida no se deriva de violentar nuestro ser, sino de comprender por qué hacemos lo que hacemos. Si no somos capaces de mirarnos sin evaluarnos, no podremos entender qué es lo que en nosotros acontece.
Al respecto dice el sacerdote jesuita Tony de Mello (1931-1986):
“Para crecer el único camino es la observación. El irse observando uno a sí mismo, sus reacciones, sus hábitos y la razón de por qué responde así. Observarse sin críticas, sin justificaciones ni sentido de culpabilidad ni miedo a descubrir la verdad, es conocerse a fondo. El observarte a ti mismo, es estar atento a todo lo que acontece dentro y alrededor de ti, como si esto le ocurriese a otra persona, sin personalizarlo, sin juicio ni justificaciones ni esfuerzos por cambiar lo que está sucediendo, ni formular ninguna crítica ni auto compadecerse. Los esfuerzos que se hagan por cambiar son peores, pues se lucha contra unas ideas y lo que hay que hacer es comprenderlas, para que ellas se modifiquen por si solas una vez que comprendas su falta de realismo”.
Que el juez descanse
Dejemos que el juez descanse y tratemos de ser lo que somos. Esta comprensión surgida de la ausencia de evaluación, del no-juicio, puede ser profundamente transformadora de nuestros senti-pensamientos y actos. No necesitamos estar en permanente vigilancia sobre nosotros mismos para que nuestra conducta se ajuste a lo que creemos es lo ideal, Cuando nos miramos con curiosidad y amor, sin juzgarnos,
COMPRENDEMOS y al hacerlo somos capaces de cambiar sin gran esfuerzo de voluntad.
ALBERTO J. MERLANO A.
Administrador de Negocios de EAFIT. MBA Universidad del Valle. Consultor en Administración a Escala Humana con énfasis en Manejo de Conflictos. Profesor de las Facultades de Administración de la Universidad de los Andes de Bogotá y de la Universidad del Norte de Barranquilla.
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by Nueva Humanidad | Alberto Merlano Alcocer, Artículos Nueva Humanidad, Paz Interior |
Este artículo resume una serie de prácticas —enseñadas por maestros de diversas tradiciones filosóficas y religiosas del mundo— que contribuyen al crecimiento espiritual y la paz interior. Estas son de gran utilidad para quienes deseen emprender el camino hacia la autorrealización y hacia el desarrollo de todo su potencial.
Las prácticas de vida que detallo a continuación han sido a menudo asociadas con la felicidad, la autorrealización y el desarrollo espiritual. Las fuentes de esta compilación son las principales tradiciones religiosas del mundo, cuyos voceros son diversos maestros espirituales de cada una de ellas. Sin embargo, el materialismo, como lo planteaba el científico Carl Sagan (1934-1996), puede ser también una gran fuente de espiritualidad, y por lo tanto es posible que esta síntesis de prácticas de autodesarrollo les sea útil tanto a creyentes como a agnósticos y ateos.
A continuación, resumo las 14 recomendaciones que me han servido a mí para avanzar en el camino espiritual. Todas están interrelacionadas. Comprenderlas a fondo y dominar su práctica no solo hará tu vida más productiva, sino que contribuirá a que conserves la paz interior.
Recomendaciones para avanzar en el camino espiritual
1. Desarrollar un marco filosófico existencial y vivir de forma coherente con este.
No importa cuál sea tu identidad filosófica o religiosa, si es materialista, agnóstica, judía, cristiana, islámica, hinduista, budista, etcétera, es necesario que les des una respuesta personal a las preguntas esenciales de la vida, aquellas relacionadas con la identidad, la misión y el destino; es decir ¿quién soy yo?, ¿para qué estoy aquí?, ¿continúa la vida consciente después de la muerte?
Las respuestas a estos interrogantes dan sentido y dirección a todos los actos de tu existencia. Sin ellas quedarás sin defensa ante las inevitables adversidades de la vida. Una vez definido tu marco de referencia existencial, ajusta a él tus sentipensamientos y actos.
2. Definir un propósito de vida / Construir sobre fortalezas / servir a los demás.
- El propósito es lo que da significado a tu vida; aquello que marca tu contribución al mundo, la razón que encuentras para estar aquí, algo por lo que vale la pena vivir… y hasta morir.
Ser lo que eres y convertirte en lo que eres capaz de ser es la desafiante finalidad de tu vida. Vivir, experimentar y aprender de tus éxitos y fracasos son los medios para lograrlo. El resultado de todo lo anterior es aumentar tu nivel de conciencia y evolucionar.
- Cada ser humano es único e irrepetible. Con tu forma personal de vivir has de buscar expresar lo que te diferencia de los demás y has de perderle el temor a ser original y a las críticas de los que temen ser lo que son.
Define tu contribución a la sociedad a partir de tus fortalezas, de aquello que te gusta y haces bien, no a partir de tus debilidades. Si de esa forma procedes recorrerás en tu vida profesional caminos con corazón, caminos que se andan por el placer de andarlos, independientemente de a dónde conduzcan.
- El servicio a los demás debe ser el fin; el dinero y otras recompensas deben ser apenas una consecuencia de realizar bien tu misión, de permitir que otros usen lo que eres y conoces para lograr sus propios fines.
3. Desarrollar la autoconfianza y la fe
- Cree en ti mismo y en tus posibilidades de lograr lo que quieres. La voluntad, puesta al servicio de un propósito con el que hayas comprometido tu corazón, tiene un poder enorme.
No sabrás hasta dónde puedes llegar si no lo intentas, si no dejas que sea la misma vida la que te fije los límites en lugar de ponértelos tú; así que, confiando en Dios o en las fuerzas impersonales del universo, haz tu mejor esfuerzo y apuéstale al éxito.
Todo anhelo que tengas tiene altas posibilidades de realización si lo mantienes en tu conciencia y trabajas por alcanzarlo; sin embargo, ten cuidado con lo que deseas porque si lo logras saborearás el placer del triunfo, pero también aprenderás que en la vida nada es gratis y por cada logro tendrás que pagar un precio, que en ocasiones podrás considerar excesivo. Está atento al mismo y haz un cuidadoso balance de beneficios y costos antes de sumergirte en la acción.
- La fe es un estado de conciencia, una certidumbre de lo incierto, como hermosamente la definió el psicoanalista humanista Erich Fromm (1900-1980). Mira lo que pasa dentro de ti y reconócelo sin engañarte. Cuando descubras que hay fe, sepas o no por qué, procede sin titubear, porque es ella la que te garantiza que las fuerzas impersonales del universo se alinearán con tus propósitos y facilitarán que tus sueños se transformen en realidad.
No trates de crear fe, porque ello no es posible, hay que reconocerla en ti cuando aparezca. Si no emerge, transfórmala en esperanza, pide ayuda y, desapegado de resultados, deja que Dios, si crees en él, o el universo si no, hagan por ti lo que tú no puedes hacer por ti mismo.
Si después de hacer tu máximo esfuerzo lo que quieres no se da, acepta… y deja de quererlo, abandonando con alegría la lucha. Lo que deseabas no era para ti, en nada contribuía a la evolución de tu alma. Agradece a Dios o al universo que así haya sido. Siempre se te dará lo necesario para cumplir con tu propósito de vida. Si ves que no sucede, revisa tu misión.
4. Aprender a manejar las fuerzas impersonales del universo.
El universo es holográfico, todo está conectado con todo, como en un inmenso computador en el que cada ser autoconsciente es una terminal. Está a tu servicio y, te des o no cuenta de ello, siempre trata de cumplir tus instrucciones.
Aprende a programarlo. Tomar conciencia de lo que quieres te da claridad de propósito y esta, unida a la fe en que lo obtendrás, le proporciona dirección y energía a lo que deseas que el universo haga por ti. Mientras más claro esté en tu mente lo que quieres y mayor sea tu fe —o en su defecto tu esperanza—, de lograr lo que anhelas, más influirás en obtener el resultado final.
Los resultados no siempre se darán como tú quieres porque estos proceden de la interacción entre todas las fuerzas de diferente sentido e intensidad que gravitan sobre el universo en los aspectos en que tienes interés. Sin embargo, es indudable que, aun perdiendo, el desenlace habría sido distinto si tú no hubieses participado en el juego, pues la dirección y fuerza del vector que tú representas siempre influye.
Actúa, no esperes pasivamente los resultados. Haz, dentro de los límites de lo posible, todo lo que puedas hacer; el universo no responde a la inacción.
5. Centrarse / Pensar conscientemente / Vivir desde el alma / Entrenar el ego.
Ponte en contacto con tu ser —que es básicamente autoconsciente, entendimiento y voluntad—, y hazlo por medio del no pensamiento, o meditación de vacío, conocida en la actualidad con el nombre de “mindfulness”.
Sería conveniente, aunque no necesario, que le dedicases un tiempo específico a aprender a meditar. Podrías asistir a uno de los muchos programas que enseñan cómo hacerlo. La meditación es un poderoso instrumento de autodesarrollo. No obstante, sea que lo hagas o no, aprovecha algunos momentos del día para ubicarte en tu centro, en tu autoconsciente, para dejar de prestarles atención por unos minutos a tus sentipensamientos y focalizarte en cambio en el yo que eres.
Cierra los ojos y centra la atención en tu respiración, siguiéndola, sin forzarla. No luches contra tus pensamientos, sólo limítate a tomar conciencia de ellos y dejarlos ir. Experimenta la conciencia de ti mismo que emerge cuando acallas tu mente. Comprende, por medio de escuchar la voz del silencio, quién eres y siente el poder que de ti emana.
Integra tu pasado, tu presente y tu futuro en el eterno ahora de esos sagrados momentos y recobra la soberanía sobre ti mismo.
- Desde ese centro de conciencia que eres, que se desarrolla con la meditación y/o los ejercicios de centramiento, puedes administrar tus sentipensamientos y tus actos.
Usa el pensamiento cada vez que lo necesites, pero hazlo conscientemente. También lo puedes hacer planteándote una pregunta y tomando nota de lo que llegue a ti.
- Tienes a tu disposición un cuerpo y una mente, pero no eres ni lo uno ni lo otro. Eres un centro de conciencia del universo. Tú no eres tus pensamientos sino el que los piensa, no eres tampoco tus sentimientos sino el que los experimenta, por lo tanto, estos son tus servidores y no tus amos; de ti depende qué hacer con ellos.
Vive desde el alma que eres, o si no crees tenerla, desde el yo, o centro de conciencia, que es lo que esencialmente eres.
- El ego, es decir tu personalidad, no es tu enemigo sino tu aliado, tu gran maestro. Se vuelve un problema cuando te identificas con él porque empiezas a creer que eres el caballo cuando en verdad eres el jinete. Entrena el ego para que esté al servicio de tu alma o yo y busca con ahínco que lo que crees sea coherente con lo que sentipiensas, dices y haces.
6. Estar presente / Integrarse al entorno.
Estar presente equivale a estar consciente de lo que estés haciendo, concentrado en ello. Lo opuesto es la dispersión de la mente. Estar presente significa, por ejemplo, estar aquí y ahora en el acto de tomarte un café, hablar por teléfono, recibir la visita de alguien, etcétera, en lugar de estar distraído en otros pensamientos o hacer simultáneamente otras cosas. Estar presente te permite —aunque debas poner atención a muchos eventos en simultánea—, atenderlos en fila india, uno a uno, y no en columna, todos a la vez, lo que aumenta tu concentración y mejora tus resultados.
En esos momentos tu yo desaparece como observador de lo que estás haciendo y se unifica con la tarea que llevas a cabo.
En cualquier momento en que descubras que estás apartándote del momento presente, devuelve el centro de atención al aquí y al ahora.
Aprende a disfrutar del momento presente, sin hacer nada distinto de eso, estar presente; por ejemplo, en tus conversaciones con los demás, permite que las respuestas emerjan de ti en lugar de pensarlas mientras escuchas; solo reconócelas cuando aparezcan.
- Aprovecha los momentos en que estás en contacto con los demás, con la naturaleza o el mundo que te rodea, para salir de ti e integrarte con el entorno. Usa los eventos sociales para esto. Hazte uno con las personas y cosas que te rodean y deja diluir el yo individual en el momento presente. Disfruta del momento, nunca más volverás a experimentarlo.
7. Vivir en forma impersonal / Practicar el Wu Wei.
- ¡Abandónate! Déjate conducir por las fuerzas impersonales del universo. Escucha a tu intuición.
Plantéale a Dios o al universo lo que tú crees son tus necesidades, y deja que te proporcione la respuesta. Pídele que, de ser conveniente, te ayude a conseguir lo que quieres.
Confía, deriva en estado de alerta, que no es lo mismo que dejarte llevar por la corriente. Está atento a las señales del universo y síguelas. Recuerda que el universo está bien hecho y que todo lo que en él acontece es necesario y tiene como propósito favorecer la evolución de todas sus criaturas hacía formas cada vez más adecuadas de ser y de hacer.
- El Wu Wei —o principio oriental de la mínima acción para el logro de resultados— consiste en obtener lo que se anhela perturbando lo menos posible el sistema al que está vinculado lo que quieres lograr.
Busca siempre el camino que ofrezca la menor resistencia, no remes contra la corriente, a no ser que tu ser o las circunstancias así te lo exijan. Esto, remar contra la corriente, solo debes hacerlo cuando te corresponda, es decir cuando sea parte de tu misión de vida y tengas con tus actos posibilidades de influir en la obtención del propósito que buscas.
¡Practícalo!
8. Desapegarse de los resultados / Valorar / Agradecer / Hacer el mejor esfuerzo.
En propósitos que no dependen totalmente de tus esfuerzos porque están afectados por variables no controlables que inciden en los resultados, debes concentrarte en aquello que sí puedes hacer. Debes enfocarte en lo que depende de ti y dejar lo no controlable en manos de Dios o de las fuerzas impersonales del universo.
Es poco inteligente preocuparte por aquello que escapa a tu control. Hacerlo, además, distrae la atención y drena las energías que deberías enfocar en lo que sí puedes realizar para aumentar las probabilidades de obtener lo que quieres.
- Valora y agradece cualquier resultado que obtengas porque nunca hay victorias ni derrotas totales. Agradece igualmente todo lo que existe en tu vida, aun lo negativo, porque te ha dado la experiencia necesaria para manejar y superar en el futuro situaciones similares y te ha aportado sabiduría para administrar mejor tu vida.
De este modo nunca pierdes porque o ganas o aprendes.
- Concéntrate en hacer tu máximo esfuerzo, y ante la no obtención de lo que anhelas aprende de la experiencia y pregúntate qué podrías haber hecho diferente o mejor.
Haz tuya la frase de Gandhi: “La recompensa se encuentra en el esfuerzo y no en el resultado, un esfuerzo total es una victoria completa”, magníficamente complementada por uno de los cantos de guerra de la etnia Suahili: “Sólo la lucha le da sentido a la vida, la victoria o la derrota está en manos de los dioses ¡celebremos la lucha!”.
9. Observar sin juzgar / No hacer suposiciones.
- No mezcles el acto de entender con el de juzgar. Primero está entender; luego, de ser necesario, juzgar. Si juzgas antes de comprender, no comprenderás; y por lo tanto, juzgarás mal.
No le temas, si sucede, a que la comprensión del punto de vista del otro cambie tu modo de pensar; más bien, agradécelo.
No juzgues si no es necesario hacerlo, y en tal caso concéntrate en los actos de la persona, no en su personalidad.
Recuerda que el que juzga antes de comprender no solo no entiende sino que tampoco cambia.
- Evita las suposiciones, busca los hechos y, si es necesario que las hagas, sé consciente de que estás partiendo de conjeturas. Persigue la objetividad —lo que es—, aunque no logres alcanzarla del todo.
10. Aceptar/ Asumir / Dejar ir.
Acepta aquello que no puedes o no quieres cambiar.
- Asume la responsabilidad que te corresponde en lo que acontece, sin echarles la culpa de tus errores a las circunstancias o a otras personas, si no la tienen. No te conviertas en víctima. Tú, siempre, sea cual sea la situación, eres al final el dueño de tus decisiones; responsabilízate de ellas.
- Deja ir el pasado y concéntrate en el presente. El pasado no es modificable en sus hechos, y las consecuencias solo son maleables según como interpretes los hechos en el presente.
Cuando te arrepientas de algo que hiciste en el pasado ten en cuenta que si volvieras atrás con el nivel de conciencia que tenías en ese momento volverías a hacer lo mismo.
Si puedes reparar en parte o totalmente el daño hecho, hazlo; si no, abandona. Para los creyentes nada pasa en tu vida sin el permiso de Dios y todo lo que acontece tiene como finalidad la evolución de las almas de los involucrados.
11. Replantear los contradictores como maestros.
Los contradictores pueden ser de dos tipos, los bien y los mal intencionados.
Los bienintencionados son muy útiles para ayudarte a entender tu percepción de la realidad desde perspectivas o referentes distintos a los tuyos y para ayudarte a mejorar tus decisiones.
Los malintencionados son muy valiosos para ayudarte a practicar la virtud de la paciencia y la humildad y para contribuir a controlar la arrogancia del ego, al disminuir tu prepotencia.
Según el antropólogo y escritor Carlos Castañeda (1925-1998) estos últimos, los malintencionados, son tan útiles que, de no tenerlos, y si estás interesado en tu crecimiento personal, deberías salir a buscarlos.
Replantearlos para verlos como maestros no es solo útil para disminuir la frustración que su presencia en tu vida te puede provocar, sino también para usar su aporte como un impulso poderoso a tu desarrollo; te ayudará a poner en sus justas proporciones tu deseo de ser valorado por los demás y también los actos de los contradictores malintencionados, a los que reaccionas con incomodidad.
12. No tomarse nada en forma personal.
Sin tu consentimiento nadie puede afectar ni tus pensamientos ni tus sentimientos. Esto quiere decir que para que alguien te haga sentir mal es necesario que tú cooperes; de hecho, si tú no colaboras, es imposible afectarte.
Los demás dicen o hacen cosas y tú reaccionas a lo que ellos dicen o hacen. Los otros proporcionan el estímulo, pero eres tú el dueño de los sentimientos que este te provoca. Lo anterior se refleja claramente en la forma correcta de informar de los propios sentimientos, sin culpar de ellos a los demás: “Cuando tú haces tal o cual cosa, yo me siento de tal o cual manera”.
Culpar a los demás por lo que tú sientes cuando ellos hacen algo que no te gusta es, además de injusto, incurrir en un error de juicio.
Tú no eres responsable de lo que los demás piensen de ti o sientan hacia ti. Sí lo eres, no obstante, de lo que haces para que ellos piensen o sientan de cierta forma. Concéntrate en ti, no en los demás, y si estás satisfecho de ser como eres, deja que los demás piensen o sientan lo que quieran; el problema es de ellos, no tuyo. Sin embargo, si piensas que no estás actuando correctamente, modifica lo que a ti te compete, el estímulo, pues, según lo dicho, las reacciones emocionales, les corresponde manejarlas a tus interlocutores.
13. Aprender a dialogar con uno mismo.
La experiencia no es lo que te sucede, sino lo que piensas sobre lo que te sucede. Experiencia sin reflexión que conduzca a conclusiones es como si no se hubiese tenido. Por ello es cierto que una vasta experiencia no necesariamente equivale a sabiduría.
“Soy inmenso, contengo multitudes”, dijo el poeta Walt Whitman (1819-1892), y esta frase es aplicable a cualquier ser humano. Ella nos invita a darles voz a algunos de lo que nos habitan y a dialogar con ellos.
Detrás de los sentimientos siempre hay pensamientos; escúchalos, algo tienen que decirte, están deseando darte a conocer algunas cosas. Lo mismo ocurre con la enfermedad; detrás del dolor físico y emocional hay mensajes que te conviene oír.
Revisa tu programación mental. Dialoga con tu maestro espiritual, Jesús, Buda, tu santo predilecto, tu ángel de la guarda, tu madre o tu padre fallecidos, con quien quiera que respetes y cuya opinión sea valiosa para ti. Te sorprenderá la sabiduría que emana de tu ser cuando la canalizas a través de terceros cuyos pensamientos habitan en ti.
Conversa con tu superyó o conciencia moral para reprogramarlo. El superyó se convierte en un aliado fabuloso cuando se le entrena bien y cuando se inactivan o actualizan grabaciones obsoletas de la infancia y la adolescencia y se instalan programas nuevos.
Dialogar con nuestro ego es una práctica muy poderosa porque refuerza la identidad centrada en el yo, o alma, que en el ejercicio asume el papel de director del propio ser y asume el liderazgo que usualmente le entregamos al ego cuando nos confundimos con él y creemos que somos el ego.
Si tienes habilidad para hacerlo, escribe tus preguntas y las respuestas que obtienes; así podrás repasar, reforzar conclusiones y de ser necesario corregir y ampliar los diálogos contigo mismo.
Dios o el universo siempre responden a las preguntas que les hacemos. Para lograr esas respuestas debemos mantener el interrogante hasta que la respuesta emerja. Si ante la falta de respuesta abandonamos la pregunta, el universo parece entender que no estamos interesados en ella y la contestación no surge.
¡Ensáyalo!
14. Disciplinarse.
La disciplina, entendida como hacer lo que hay que hacer —te agrade o no—, es considerada como la virtud más poderosa para predecir el éxito de una persona en cualquier área de la existencia. Todas las recomendaciones anteriores la requieren para poder llevarlas a la práctica y convertirlas en una forma de vida, en algo que se hace de forma inconsciente. La disciplina y la práctica integral se retroalimentan en una especie de círculo virtuoso.
Un buen hábito para reforzar esta importante virtud es realizar cada día un pequeño acto de negación de ti mismo, hacer algo que a tu ego no le guste. De este modo, poco a poco, se fortalecerá el instrumento más necesario para obtener la mejor versión de ti mismo, es decir la voluntad que, junto con la autoconsciente y el entendimiento, es una de las potencias del alma, eso que en última instancia eres.
Alberto J. Merlano A.
Gracias por leer este artículo y dejarnos su valioso comentario.
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by Nueva Humanidad | Alberto Merlano Alcocer, Artículos Nueva Humanidad, Nueva Humanidad, Paz Interior |
Continuamos con la segunda parte de este artículo que nos indica cómo usar el pensamiento para crear lo que anhelamos materializar en nuestra vida.
El poder de la fe y sus limitaciones
Lo que dificulta que en lo personal logremos nuestros deseos es que somos ignorantes de nuestro potencial para alcanzarlos y carecemos de fe, o, en su defecto, tenemos poca esperanza. Estas apuestas de baja probabilidad poco favorecen los resultados porque le quitan energía a la acción necesaria para pedirle al universo que nos ayude a que nuestros sueños se hagan realidad.
Por el contrario, si sabemos con claridad lo que queremos y si tenemos fe en que es posible lograrlo, podemos, dentro de las limitaciones de nuestro nivel evolutivo, lograr su obtención, no importa si para fortalecer nuestra fe confiamos en poderes distintos al propio —Dios, la virgen María, un santo—, porque es más importante la fe que aquello en lo que la soportamos, pues es ella la que nos proporciona la fuerza para mover montañas de la que nos hablan los evangelios.
Esta fe ciega en los resultados, entendida como certidumbre de lo incierto, es distinta a la esperanza. La fe equivale a certeza y no deja margen para la duda. No se trata de creer que se puede, sino de saber que se puede y esto, de parte nuestra, nace de la conciencia de lo que somos, hijos de Dios, uno con el Padre y del poder que el conocimiento de ese hecho deriva, lo que demanda un alto nivel de conciencia, o de la fe en la ayuda de Dios u otro ente, que permitan que la fe emerja en nosotros.
La fe junto con la esperanza y la caridad —equivalente al amor—, son consideradas por la Iglesia católica como virtudes teologales o infusas, es decir, que nos las concede Dios gratuitamente sin que, necesariamente, hayamos hecho mérito para ello. Podemos solicitarle a Dios que la fe surja en nosotros, pero no nos es posible generarla mediante el uso de nuestra voluntad, solo queriéndolo.
Si llegamos a experimentar el tipo de fe de la que hablamos aquí, una fe que nos lleve al punto de dar por hecho lo que anhelamos y hasta de dar de antemano las gracias por ello, lancémonos a la acción sin titubeo alguno porque experimentarla es, desde la perspectiva espiritual, garantía de éxito.
La esperanza
¿Qué sucede cuando, como es lo usual, si en lugar de fe solo tenemos esperanza más o menos alta, de obtener lo que queremos? Si nuestros sentipensamientos son claros y están acompañados de la voluntad de materializarlos, no necesariamente se convertirán en realidad porque la claridad de propósitos y la esperanza, no importa cuán elevada sea, no son garantía suficiente de que lo que queremos se realice según nuestros deseos. Solo la fe, garantiza los resultados, y esta como hemos visto, no depende de nosotros.
Además de la fe hay muchas variables que pueden incidir en los resultados; por ejemplo: el nivel de evolución de nuestra alma, la calidad y cantidad de las fuerzas opuestas a las propias aspiraciones, los deseos de otros seres humanos, nuestros propios anhelos inconscientes, las leyes impersonales del universo, etcétera. Todas ellas conspiran contra la posibilidad de lograr exactamente lo que queremos.
Ley de correspondencia
Una de las fuerzas impersonales del universo que más determina la posibilidad de lograr lo que anhelamos es la llamada ley de la correspondencia. Dicha ley establece que siempre tenemos lo necesario para cumplir el plan de aprendizaje de nuestra alma y que, desde la perspectiva de la evolución en conciencia de nuestro ser, hay una diferencia significativa entre lo que queremos y lo que necesitamos. Una de sus aplicaciones es que solo obtenemos lo que necesitamos para la evolución de nuestra alma y que ello depende de la etapa de desarrollo en la que esta se encuentre y del programa de aprendizaje en el que esté inmersa.
Desde esta perspectiva, si después de hacer nuestro mejor esfuerzo no logramos lo que queremos es porque no lo necesitamos, porque podría obstaculizar nuestro propio proceso de desarrollo o el de las personas con las que tenemos relaciones de interdependencia.
Gerardo Schmedling (1946-2004), respetado maestro espiritual, sugiere que en caso de duda sobre si somos correspondientes o no con lo que ambicionamos, consultemos al universo intentando obtener lo que queremos un mínimo de tres veces y un máximo de siete. Igualmente, si nada pasa, aconseja examinar el proceso usado para lograr lo que perseguimos y eventualmente mejorarlo, o si creemos haber hecho nuestro mejor esfuerzo y hemos llevado al límite nuestras fuerzas para obtener lo que pretendemos, preguntar al universo por qué no somos correspondientes con lo que demandamos y esperar su respuesta con la confianza de que llegará.
De este modo, de ser necesario, podremos volver a intentarlo buscando hacernos correspondientes con lo que ansiamos o ajustar nuestro propósito a lo que el universo nos señale que es posible obtener. Tenemos igualmente la opción de aceptar con tranquilidad lo que no podemos cambiar, reconociendo que no necesitamos para nuestra evolución espiritual lo que anhelábamos… y dejar de quererlo.
Una consideración que hemos de tener en cuenta es que, aunque no se dé lo que esperamos, siempre influimos en los resultados. Jamás nuestros esfuerzos, exitosos o aparentemente fracasados, son inútiles, en algo afectan lo que sucede.
Ley de atracción
Las razones expuestas explican por qué la llamada Ley de la Atracción no siempre funciona; en esencia, porque no tiene en cuenta las condiciones que deben tener nuestros deseos para materializarse, en particular que la fe no depende sólo de la propia voluntad, que los múltiples deseos que confluyen en el universo compiten con los nuestros y, sobre todo, que lo que anhelamos puede ir en contravía con la ley de la correspondencia.
Dado lo anterior es recomendable dejar de antemano en manos de Dios los resultados de aquello que no controlamos y aceptar su voluntad con amor, porque esta equivale a la decisión que habríamos tomado si hubiésemos tenido la información que Dios posee sobre cómo repercutiría en nosotros mismos y en los demás lo que anhelábamos obtener.
El Santo Abandono
Cuando se trata de movilizar las fuerzas impersonales del universo, o de pedirle a Dios o a sus representantes que se nos concedan nuestros deseos, existe una alternativa distinta a la de buscar obtenerlos mediante el poder que emana de la gran verdad de que pensar es crear. Esta alternativa es la de rendirse de antemano y de forma incondicional a la voluntad de Dios. Es lo que San Ignacio de Loyola (1491- 1556) denominó el santo abandono, que consiste en interpretar las señales del universo y querer sólo aquello que Dios quiera para nosotros.
La anterior posición está expresada en la muy difundida Oración del abandono, del Beato Carlos de Foucauld (1858-1916) que dice:
Padre, me pongo en tus manos; haz de mí lo que quieras. Sea lo que sea, te doy gracias. Estoy dispuesto a todo, lo acepto todo, con tal que tu voluntad se cumpla en mí y en todas tus criaturas. No deseo más, Padre. Te confío mi alma, te la doy con todo mi amor, porque te amo y quiero darme a Ti. Me pongo en tus manos, sin limitación, sin medida, con una confianza infinita, porque tú eres mi Padre… y yo tu hijo.
La frase navega en estado de alerta, usada por el economista creador de la teoría de desarrollo a escala humana, Manfred Max Neef, en una exposición sobre el acto creativo, realizada en Bogotá en la Universidad Javeriana en 1992, puede servir de guía para esta posición existencial.
Esta entrega a la voluntad de Dios no proviene de la impotencia de quien no puede lograr lo que quiere. Antes bien, es la iluminada elección de alguien que, consciente y conocedor de su propio poder, se da cuenta de que lo más sabio es prescindir de sus deseos, descubrir lo que Dios quiere de él y ajustar la propia voluntad a la del Creador, pues nada sucede en el universo sin el beneplácito de Dios. No es, por lo tanto, pasividad; es acción guiada por los intereses del alma, no los del ego.
Como en la vida espiritual no hay atajos, si en nuestro camino no hemos llegado todavía al punto del santo abandono, hagamos lo que nuestra voz de la conciencia, o superyó, nos indique y empleemos nuestra mente y voluntad en proporcionarnos las circunstancias de vida que creamos nos convienen. Ya llegará el momento de la entrega, cuando reconozcamos por experiencia que Dios, o su hijo el universo, es mucho más sabio que nosotros. Entretanto, cursemos las “materias” que nos corresponden aprendiendo lo que tengamos que aprender y usemos el poder del pensamiento, la fe, o en su carencia la esperanza, y la acción consciente, para conseguir lo que queramos, sin dejarnos frenar por el miedo o el remordimiento.
Anexo
Cómo realizar la programación mental
- Estudia, hasta comprenderlos, los fundamentos racionales de la afirmación pensar es crear, planteados en este escrito.
- Define con claridad qué es lo que quieres, enfatizando el qué y el por qué, no el cómo, ni el cuándo.
- Si tienes FE, adelante. si no apuesta, llevando tu esperanza lo más lejos que puedas, a que conseguirás lo que quieres. Si tienes dudas sobre tu propio poder, utiliza un mediador, que puede ser Jesús, la virgen María, un santo, un familiar fallecido, etcétera; no importa quién o qué si fortalece tu esperanza en los resultados.
- Programa lo que anhelas en positivo y en tiempo presente. Lo que se quiere, o algo mejor para ti, está en proceso, o en camino de llegar a ser.
- Realiza la programación en estado de relajamiento mental, repitiéndola durante el tiempo que sea necesario, hasta que sientas que lo que deseas tiene una alta probabilidad de realizarse.
- Sin acción no hay resultados. Ponte en movimiento haciendo la parte que a ti te corresponde para obtener lo que anhelas, confiando en que siempre sucederá lo mejor para la evolución de tu alma. Da de antemano las gracias a Dios o al universo, por ello. [No por lo que quieres, sino por el resultado, el que sea, porque es lo mejor para ti y/o los relacionados contigo].
- Recuerda el principio enunciado en este artículo: el resultado esperado es directamente proporcional al grado de claridad de propósitos, fe en su obtención y control sobre las variables claves involucradas. Mientras más cercana esté tu esperanza a la certeza, mayor fuerza, o energía, tendrá tu programación.
- Supedita el resultado a la voluntad de Dios, bajo el supuesto de que Él conoce mejor que tú lo que te conviene. Igualmente, acepta que el resultado, aunque nada se obtenga o no te satisfaga del todo, es el mejor posible para ti y para el sistema sociohumano del que formas parte, es decir, para aquellos que se verían afectados por el logro de lo que anhelas.
- Recuerda que la autoprogramación tiene límites porque la mente de Dios lo puede todo, pero no nuestra mente individual en el estado de evolución en el que estamos. Entre otras cosas, la mente individual se encuentra limitada por el grado de certeza de nuestra esperanza, las leyes impersonales del universo – en particular la ley de correspondencia-, y por los deseos de otras mentes que estén en conflicto con los nuestros.
Ejemplos de autoprogramación
Los siguientes decretos, o algo más conveniente para mí, son o están en proceso de ser. YO, hijo de Dios, así lo he decretado, no obstante no se haga mi voluntad sino la de mi PADRE.
- Vivo en consciencia de unidad con todo lo que
- Mi salud es excelente y así será hasta el día de mi muerte, que ocurrirá en el momento en que yo, conscientemente, lo decida.
- Mi inteligencia y mi memoria son extraordinarias; recuerdo y asocio con facilidad nombres y rostros.
- Mi voluntad es impecable: logro lo que quiero… o dejo de quererlo.
- Disfruto de bienestar económico. El dinero fluye hacia mí en forma abundante y con poco esfuerzo. Mi patrimonio día a día crece más… y más.
- Etcétera.
Las leyes impersonales del universo siempre trabajan a favor de mi evolución, y en consecuencia todo en mi vida es como debe ser.
NOTAS:
- La forma en que están redactadas muestra el sistema correcto de hacerlo, en presente y en positivo.
- Haga usted su propia programación utilizando esta guía.
Alberto J. Merlano A.
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by Nueva Humanidad | Alberto Merlano Alcocer, Artículos Nueva Humanidad, Paz Interior |
En este artículo se indica cómo usar el pensamiento para crear lo que anhelamos materializar en nuestra vida.
Los pensamientos
Algunos maestros espirituales consideran que el propósito inmediato de nuestra manifestación en este planeta es reconocer la realidad de que pensar es crear y aprender a usar en forma consciente y responsable esta facultad.
Los pensamientos, seamos o no conscientes de ellos, generan emociones. Sin pensamientos no hay sentimientos, porque estos últimos surgen de la interacción dinámica de todos los pensamientos que tenemos cuando reflexionamos; por lo tanto, los sentimientos se pueden gobernar por medio del pensamiento. Si manejamos lo que pensamos, controlamos lo que sentimos.
Llamamos sentipensamientos a la interacción entre pensamientos y sentimientos. Tenemos voluntad, llamada también libre albedrío. Ella nos proporciona la energía que usamos para pasar de los sentipensamientos a la acción consciente.
La energía
La energía —cuya definición en estado puro, es decir no ligada a la materia, es esquiva a la ciencia—, es el componente primario de todo lo que es; sin ella nada existiría. La materia en sus diversos estados, sólida, líquida y gaseosa, es energía “densificada”. Entre menor vibración, más densidad. Su manifestación es el universo y todo lo que en él existe. El vacío, que todo lo interpenetra puede ser entendido como energía en equilibrio o en reposo, energía no manifestada.
La energía, manifestada e inmanifestada, que equivale a lo que llamamos Dios, posee información y es consciente de sí y de todo aquello en lo que se transforma. Lo que llamamos amor es, del mismo modo, inherente a su naturaleza.
No hay en su esencia separación entre el manifestador, Dios —la energía consciente que es, conoce y puede— y lo manifestado, el universo. Dios se manifiesta a través de sus creaturas; sin embargo, el grado en el que despliega su conciencia, sentipensamientos y voluntad, depende de la perfección del medio usado para expresarse: la afinidad química en lo material, la conciencia de sí y del entorno en lo vegetal, la conciencia de su cuerpo y del hábitat en los animales, la autoconsciencia en los seres humanos, etcétera.
Uno con el universo
El hecho de que Dios sea uno con el universo no implica que pierda la consciencia de sí mismo, olvidándose de quien es. Podemos entonces decir que Dios es consciente de sí como fuente de la que todo emana y que es, por igual, consciente de todo aquello en lo que se transforma. No es estático sino que interactúa con su creación, la afecta y es afectado por ella. Se percata de cada gorrión que cae, porque es cada gorrión que cae.
La finalidad de la manifestación parece responder a la necesidad de Dios, o la energía, de ser todo lo que es posible ser, tanto en el campo material como en el mental-emocional. La manifestación evoluciona hacia la creación de medios cada vez más adecuados para expresar el potencial divino, presente en cada centro de conciencia que existe en el universo.
La conciencia se manifiesta en los seres humanos a través de un cuerpo espiritual que llamamos alma, que al encarnar toma un cuerpo físico que desarrolla un cuerpo energético de menor densidad que el físico y un cuerpo racional-emotivo. El cuerpo energético y el racional- emotivo sobreviven un tiempo después de la muerte del cuerpo físico.
La espiritualidad oriental es unánime en su creencia de que el alma reencarna acumulando las experiencias vividas en cada encarnación. El aumento en sabiduría del alma conlleva la posibilidad de expresar cada vez más su potencial divino. Este es el significado espiritual de lo que llamamos evolución.
El nivel de evolución del alma humana depende de la forma en que experimenta su propia identidad, ¿quién soy YO?, y del grado de unidad y compromiso que, como parte del universo, experimenta con las demás partes, ¿a quiénes considero mis hermanos? A mayor nivel de evolución mayor sentido de unidad y de amor incondicional a los otros seres que forman parte de universo, lo que equivales a menor egoísmo y mayor altruismo.
La evolución admite grados. Puede haber, por ejemplo, compromiso solo con uno mismo, con el grupo social y económico con el que nos identificamos, con las personas que sentipiensan como uno, con todos los seres humanos, con la totalidad del planeta —incluyendo plantas y animales, además de personas—, etcétera.
El universo
En el universo existen jerarquías basadas en la información y el poder que se deriva del uso de esta. Nosotros, los seres humanos —según el nivel de evolución de nuestra alma—, también poseemos información y como consecuencia de esta, poder. A mayor grado de evolución más información y, por lo tanto, más poder.
El universo es una red de centros de conciencia conectados a una conciencia global que contiene la totalidad de la información de todo lo creado. Todo en el universo está interrelacionado, el todo con las partes y las partes con el todo. No obstante, el todo, Dios, es más que la sumatoria de sus partes.
Lo anterior es similar a lo que el físico estadounidense, David Bohm (1917-1992), denominó, en su teoría del orden implicado, universo holográfico.
En el universo coexisten realidades espirituales y materiales. De hecho, la diferencia entre lo espiritual y lo material es solo asunto de grados. Mientras mayor sea la vibración de la energía, más sutil o “espiritual” será lo manifestado.
Según afirma la metafísica que soporta este artículo, existimos en un universo regido por leyes físicas y espirituales. Las leyes físicas son investigadas por las ciencias naturales. Las leyes espirituales son conocidas por sus efectos positivos en las personas cuando se las respeta y negativos cuando se las viola. También nos enteramos de ellas por medio de revelaciones realizadas por maestros espirituales a seres de avanzada evolución espiritual y por testimonios de místicos —el nivel de
Espiritualidad más alto conocido- provenientes de diversas tradiciones religiosas.
La clave
Los seres humanos por medio de nuestros sentipensamientos y de nuestra voluntad, entendida como algo que emana de nuestra alma, podemos transformar individual y/o colectivamente nuestra realidad interior así como la social y material. La energía puede ser afectada por el YO —la autoconsciencia presente en cualquier ser humano—, mediante el empleo de la mente, el uso de la voluntad fortalecida por la fe y la acción orientada hacia resultados.
Todo propósito claramente formulado, unido a la voluntad de realizarlo, tiende a materializarse. A mayor claridad mental y mayor fe en su ejecución, entendida la fe como certidumbre de lo incierto, según la bella definición del psicoanalista social Erich Fromm, (1900-1980), mayor tendencia tendrá ese propósito a realizarse; sin embargo, sin acción el binomio sentipensamiento y fe no parece ser eficaz. Esto nos lo recuerda el apóstol Santiago cuando dice que la fe sin obras está muerta (Santiago 2:14-26). Es igualmente importante recordar que el poder del pensamiento para transformar la realidad opera dentro de los límites establecidos por las leyes espirituales del universo. No debemos esperar que ni Dios, ni otras instancias del universo, hagan por nosotros lo que, dado nuestro nivel evolutivo, podemos hacer por nosotros mismos.
Dios trasciende e incluye al universo; así, puede existir sin que el universo exista. El universo —entendido como una especie de computador impersonal regido por las leyes emanadas de Dios y afectado por todos los sentipensamientos y las acciones de los seres que en él existen—, podemos programarlo con nuestros sentipensamientos y acciones. A Dios debemos solicitarle su ayuda sometiéndonos a su voluntad, al universo podemos ordenarle. Entre mayor claridad de propósito y de fe, mayor probabilidad de que nuestra programación pueda hacerle frente con éxito a programaciones que le sean contrarias. Una acción colectiva, por ejemplo la oración comunitaria, puede ser más poderosa para afectar la realidad que una actuación individual porque transforma la energía personal en energía grupal puesta al servicio de un propósito consensuado.
Hacer realidad la declaración “pensar es crear”, que sirve de título a este artículo, exige integrar los sentipensamientos, la fe y la acción consciente —la trilogía creadora—. El solo sentipensamiento no crea cuando está ausente cualquiera de estas condiciones.
El universo no responde a la inacción. Hemos de ponernos en movimiento y discernir, a partir del fluir de los acontecimientos, la voluntad impersonal del universo, fruto de la interacción de las múltiples variables que en se dan cita. Lo que fluye, aun lentamente, es señal positiva; lo que no, es señal negativa. Es igualmente necesario que aprendamos a determinar cuándo debemos insistir y cuándo es conveniente renunciar a lograr lo que anhelamos.
Tanto si creemos que podemos como si creemos que no, estamos en lo cierto, porque la posibilidad o imposibilidad de algo radica sobre todo, aunque no únicamente, en nuestra mente. Son las creencias sobre nosotros mismos y nuestras posibilidades de éxito, no los hechos, las que más influyen en que se conviertan en realidad nuestros sueños; son ellas, las creencias, las que determinan para cada uno de nosotros las fronteras de lo posible.
Existe una correlación directa entre el nivel de evolución de nuestra conciencia y la información y el poder que de ella emanan. Nuestro poder creador es potencialmente ilimitado, pero en nuestro actual estado de evolución no tenemos toda la información que nos permitiría usarlo a plenitud. Sin embargo, solo podremos conocer nuestros límites si empleamos al máximo el poco o mucho poder que creamos tener. Los resultados mostrarán nuestras posibilidades y limitaciones.
Alberto J Merlano A.
by Nueva Humanidad | Alberto Merlano Alcocer, Artículos Nueva Humanidad, Paz Interior |
No preocuparse por lo que no se puede controlar, complementado con valorar y agradecer lo que se tiene, son puntos claves para lograr eficacia en la acción y paz en el corazón.
No seamos esclavos de los resultados
Desapegarse de resultados consiste en no hacer depender de ellos el sentirnos bien o mal. Implica darle tanto valor al proceso, en particular al aprendizaje que de él derivamos, como a las metas que queremos alcanzar. No significa no tenerlas en cuenta o no trabajar por objetivos, sino no esclavizarnos “neuróticamente” a los resultados de nuestras acciones menospreciando los esfuerzos exitosos o fallidos por alcanzarlos y las enseñanzas que de ellos derivamos.
Dado que la cultura empresarial es tan propensa a la evaluación por resultados, esta es una de las prácticas más difíciles de entender para gente familiarizada con la vida organizacional.
Lo primero que hay que comprender es que en el mundo en que vivimos, los resultados son consecuencia de múltiples variables interdependientes. En muchos casos no tenemos el poder necesario para lograr lo que se nos pide o queremos obtener. Dependemos para ello no solo de la colaboración de otros, sino en ocasiones de la ocurrencia de eventos sobre los que no tenemos control alguno.
En situaciones multi determinadas e interdependientes, como son buena parte de las que se dan en la vida y en las empresas, somos generalmente dueños de nuestros esfuerzos, no de nuestros resultados. Esto se evidencia con contundencia en la medida en que los propósitos son más ambiciosos e involucran mayor número de personas y eventos.
El poder normalmente se encuentra fragmentado y para lograr un determinado objetivo, debemos ser capaces no solo de unir la voluntad de quienes lo tienen, sino esperar que aquello que escapa a nuestro control, gravite a nuestro favor. La incertidumbre es característica del universo en el que vivimos y los sistemas caóticos son abundantes en él, de hecho, la complejidad basada en la interdependencia de todo con todo, constituye la esencia de lo biológico y lo psico-social. La actual Teoría de la Complejidad ayuda a comprender esto.
Lo dicho fortalece la toma de decisiones grupales y representa un serio desafío a los tradicionales sistemas de administración por objetivos y evaluación por resultados, enfocados más sobre la acción individual que sobre la acción grupal, que normalmente sobrevaloran la capacidad de los ejecutivos de las organizaciones para lograr que las cosas sucedan de acuerdo con los deseos de la empresa.
Manfred Max Neef humanista y economista chileno ganador del premio Nobel Alternativo de Economía en 1983, nos recomienda derivar en estado de alerta, recordándonos que quienes sólo tienen claro el punto de partida y de llegada se pierden de lo más interesante que es el viaje en sí mismo. Hay mucha afinidad entre este planteamiento y el expresado por Constantino Kavafis en su muy conocida poesía ITACA.
Todo lo anterior correlaciona también con lo que los psicólogos denominan tolerancia a la ambigüedad, una competencia necesaria para los que, como los administradores, trabajan para lograr resultados en un mundo en donde la incertidumbre, derivada de la interdependencia de todo lo que existe, llegó hasta la Física, la reina de las ciencias naturales. Saber aceptarla y navegar con ella, concentrándonos en los procesos, es vital para la tranquilidad y la efectividad personal.
La paradoja es que cuando soltamos el apego por los resultados y nos concentramos en el proceso, nuestro desempeño mejora. No obstante hacer lo que aquí se recomienda para incrementar la productividad, laboral o de otro tipo, contraría la finalidad del desapego pues en la práctica, continuaríamos aferrados a los fines de nuestras acciones, pues seguiríamos valorándonos en términos de éxito o fracaso en lo que emprendamos.
El meta objetivo
Consiste en generar una especie de meta-propósito coincidente con la cosmovisión de vida que tengamos, que convierta los resultados buscados en simples medios al servicio del mismo.
La auto-realización, entendida como el proceso de llegar a ser lo que potencialmente se es, puede servir. En este sentido el éxito o el fracaso se convierten en maestros, porque a través de las acciones para obtener resultados aprendemos… somos más. Podemos de esta manera convivir con todo tipo de intencionalidades, sin sentirnos apegados a ellas y convertir en aprendizaje todo lo que vivamos.
Para los creyentes en Dios y en su intervención personal o impersonal en asuntos humanos, el aceptar su voluntad puede representar una idea equivalente. San Ignacio de Loyola desde la perspectiva cristiana, decía: “Obremos como si todo dependiera de nosotros, pero dejemos el resultado en manos de Dios”
La posición de Deepak Chopra, respecto a la posibilidad de desapegarse de los resultados, es muy interesante. Afirma que si cuando formulamos nuestros objetivos nos abrimos a la posibilidad de que no se cumplan si así lo dictan las circunstancias, o la voluntad de Dios, según nuestra visión de vida, podemos luchar por ellos concentrándonos en los esfuerzos y sin dejar de mirar los resultados, no hacer depender de los mismos nuestra valoración del éxito o el fracaso de la acción.
El enfoque plasmado en el Bhagavad Gita, que constituye la esencia de la filosofía del Karma Yoga de los hinduistas y budistas, obtiene un notable equilibrio entre medios y fines: Mirar el futuro y luchar por construirlo según los propios sueños, pero sin apetecer los frutos de la acción. Si se dan bien, si no, examinar porqué y modificar los fines o los medios, enfatizando en todos los casos el valor de la experiencia en sí misma y el aprendizaje que se deriva de ella. El camino y lo que en él se aprende es el fin, el destino el medio. Gandhi, seguidor del sendero del Karma Yoga, afirmaba al respecto: Esfuerzo completo, victoria completa.
Coincidentes con esta orientación está el aprender a reconocer las oportunidades de crecimientos que nos ofrece la vida. Cuando nos sintamos emocionalmente inseguros, nos enfermemos, perdamos un trabajo o una relación se acabe, detengámonos, y busquemos las lecciones que puedan estar presentes en estos hechos, en lugar de lamentarnos por no haber logrado lo que queríamos. En esta dirección apunta un cántico de guerra de la etnia Suahili: Solo la lucha le da sentido a la vida, la victoria o la derrota está en manos de los dioses ¡Celebremos la lucha!
Valorar y agradecer
La práctica de desapegarse de resultados se complementa con la de VALORAR y AGRADECER lo que se tiene, concentrando nuestra atención no sólo en lo que no tenemos sino en lo que está a nuestra disposición.
VALORAR significa mantener la capacidad de reconocer el inmenso valor que tienen todas las cosas que la vida nos ha dado. El que no valora lo que tiene corre el riesgo de perderlo. La queja nos empobrece. La FELICIDAD se relaciona con la valoración de lo que tenemos.
AFIRMACIÓN
Valoro y disfruto intensamente todo lo que tengo y todo lo que hago. Reconozco que valorándolo, desarrollaré la capacidad para disfrutar nuevas cosas y relaciones. RENUNCIO a quejarme de lo que hago o de lo que tengo.
AGRADECER significa renunciar a sufrir por las dificultades, comprendiendo el profundo valor pedagógico que ellas tienen para reconocer nuestras propias limitaciones y la gran oportunidad que existe en todo aquello que representa algún nivel de dificultad, porque permite el desarrollo de competencias que facilitan la trascendencia definitiva de cualquier dificultad asociada a las relaciones humanas, al cuerpo físico, a los recursos disponibles o a la capacidad de aprovechar el medio dentro del cual nos corresponde actuar. El agradecimiento, independientemente de buenos o malos resultados, es una profunda herramienta de liberación, pues siempre hay algo que agradecer.
AFIRMACIÓN
Agradezco TODO lo que tengo y todas las situaciones difíciles y dolorosas, porque ellas son oportunidades que nos da la vida para aprender y desarrollar mi potencial. RENUNCIO a sufrir ante las dificultades, comprendiendo que me enseñan a liberarme de las limitaciones, las dependencias y en últimas del sufrimiento.
Autor Invitado
Alberto J. Merlano A.
Gracias por leer “Despegarse de los resultados…Valorar…Agradecer”. Si te gusto el artículo, déjanos tu comentario y comparte.