Muchas de las heridas emocionales que tiene una persona se originaron en la niñez, existen padres, madres, docentes, cuidadores o adultos en general que:

  • Humillan.
  • Desprecian.
  • No prestan atención.
  • Se burlan.
  • Ignoran.
  • Atacan.
  • Reprimen.
  • Avergüenzan.
  • Mal tratan.
  • Imponen.

Cuando el niño pide ayuda o siente dolor, tiene un pequeño accidente o necesita que lo defiendan, expresa miedo o pide compañía, busca protección o tiene vergüenza, es de gran importancia prestarle atención, hacer caso de sus requerimientos y brindarle el apoyo necesario para que se sienta seguro y valorado.

Un niño afectado por conductas inadecuadas, al llegar a la edad adulta, trasladará la humillación y el maltrato a las personas pequeñas o vulnerables. Así se crea una cadena interminable de abuso de poder, de sometimiento y desprecio recibido en la primera infancia, que son fuente de problemas que afectan la vida adulta y causan la baja autoestima.

La comunicación con los niños es fundamental en la educación, según como se diga algo, tendrán un efecto positivo o negativo, y el niño aprenderá de forma sana y segura o se llenará de miedo y resentimiento que lo acompañará en el futuro.

Los padres que necesitan ejercer un control desbocado y contraproducente, producto de su propia inseguridad y baja autoestima, suelen tener dos tipos de comportamientos primarios:

Las Víctimas: Desean controlar la conducta del niño y lo hacen responsable de su sufrimiento, lo culpan por todo lo que hagan o quieran hacer y que no sea de su aprobación. Lo culpan, se quejan de su conducta, hacen toda clase de reproches, lloran, amenazan, prohíben e intentan imponerse utilizando la agresión.

Atacan verbalmente y culpan con frases como:

  • Yo no te importo para nada.
  • Me sacrifico por ti, y no te importa.
  • Dejé todo para educarte y mira como me pagas.
  • En que nos equivocamos que haces estas cosas?
  • Como es posible que actúes de esa manera.
  • Eres un desconsiderado.

Los Tiranos: controlan utilizando tácticas de miedo que atemorizan al niño cuando hace algo que los contradice, son:

  • Estrictos.
  • Rígidos.
  • Amenazantes.
  • Agresivos.
  • Furiosos.
  • Intolerantes.
  • Descontrolados.
  • Prohibitivos.

Condenan al niño sin brindarle la posibilidad de defenderse, gritan y despliegan su dominio y su poder con burlas, insultos y amenazas. Atacan verbalmente con frases como:

  • Como puedes ser tan estúpido.
  • Es que no te das cuenta de las cosas.
  • Te lo advertí, ahora veras lo que te pasa.
  • Yo no tengo porque darte explicaciones.
  • Es una orden que tienes que obedecer y punto.
  • Aquí mando yo y se hace lo que yo digo.
  • Cállate o te doy un bofetón.

Estos dos tipos de conducta suelen combinarse con algunas manifestaciones de cariño, creando una mayor confusión en el niño, ya que si el niño reclama o se comporta de una forma inadecuada para el adulto, vuelve a ser juzgado y maltratado.

La  voz de nuestros padres queda resonando dentro de nosotros toda la vida, por eso la comunicación que hayamos tenido con ellos en nuestra infancia determinará nuestra conducta y manera de juzgarnos y relacionarnos con los demás.

Ninguna forma de maltrato, imposición, agresión o prohibición es buena o estimulante, ni debe ser utilizada en una sana y adecuada educación. La crítica, la culpa, los insultos y los reproches afectan la salud mental de cualquier persona y no deben ser utilizadas en ningún caso, menos aún en la infancia, cuando el niño está totalmente desprotegido y es vulnerable a estas conductas. Descubrir la manera como nos afectaron estas conductas de nuestros padres, ayuda a que no repitamos estos modelos nocivos y enfermizos con nuestros hijos o niños que puedan estar bajo nuestro cuidado.

Ir al contenido