Crecimos con la creencia de que la felicidad nos la proporcionan innumerables cosas materiales o ciertas relaciones. Desde niños nos enseñaron que cuando logremos lo que queremos seremos felices, esta idea también le fue trasmitida a nuestros padres que a su vez se encargaron de hacer lo mismo con nosotros.

Así ha sido durante siglos, sin que nadie se atreviera a cuestionar esta absurda mentira de que el bienestar, la plenitud, la salud y la abundancia están fuera de nosotros. Y mientras más nos creemos el cuento, más nos alejamos de nuestra verdadera esencia, el único lugar donde reside la verdadera felicidad.

El engaño

Llevamos años perdidos en el laberinto del consumo innecesario, convencidos de que al comprar esto o aquello lograremos ser felices, o de que, si no tenemos una casa o apartamento grandes, un carro último modelo, viajamos y frecuentamos grandes y famosos restaurantes, es imposible siquiera vislumbrar la felicidad.

La apariencia de opulencia se ha convertido en la epidemia contemporánea a la que nadie le presta atención, pero que nos mantiene alienados y separados de nuestro más grande poder.

Al ser humano le está costando mucho trabajo descubrir que mientras más grande es su desconexión, mayor es su sensación de temor, escases, enfermedad, más incapaz se siente y más doblega su poder interno ante el yugo de una sociedad enferma que perdió su norte y se está ahogando en la insensatez, el juicio y la competencia, que nos impulsa a atacarnos unos a otros como fieras salvajes.

Tres personalidades

Por esta causa es que el mundo está plagado de personas que se debaten en una lucha en cualquiera de los extremos sociales más aterradores:

  1. Por un lado el de la pobreza interna que no tarda en manifestarse externamente, mediante el faltante, las limitaciones y hasta incluso la misma miseria humana.

Personas que luchan por sobrevivir atacándose unas a otras, tratando de sacar la mayor ventaja posible sobre los demás ante cualquier oportunidad que se les presente. Sometidas por el miedo a perder lo que tienen o a no lograr lo que quieren.

  1. La otra cara de la moneda, personas obsesionadas en acumular bienes materiales, hacerse millonarios de la noche a la mañana, demostrar a quien sabe quién que son capaces de quien sabe que cosa, incitados por redes sociales que les venden la idea de que, si no ganan grandes cantidades de dinero como fulano o zutano, no sirven para nada y estarán condenados al rechazo y la burla.

Hay que tener un proyecto, hay que vender un producto, hay que tener miles de seguidores, facturar miles de dólares, para encontrar la felicidad, de lo contrario serás tildado de mediocridad, incapacidad y muerte social, financiera y ahora además digital.

Crear empresa digital y crecer en redes sociales no tiene nada de malo, y muy bien por ti si lo logras, pero obsesionarse con la idea, desperdiciar la vida dejando pasar momentos hermosos y de vivir experiencias maravillosas con los seres amados, es la peor de las locuras y el más aterrador de los suicidios, que además te venden como única alternativa de salvación.

  1. La otra faceta el verdadero millonario, que ya posee grandes cantidades de dinero, que realmente factura millones mensuales, pero que en su camino se quedó solo, se volvió egocéntrico, obsesivo y manipulador. Que no le importa llevarse por delante a quien se interponga en su camino para conseguir lo que quiere.

Estos tipos de personalidad conflictiva, egoísta y difícil destruyen la vida de las personas y las aleja del único lugar donde se encuentra la felicidad, el interior de su propio ser. Ese lugar donde nadie más puede llegar y donde están todos los tesoros escondidos que son la base indispensable para una vida feliz, estable, pacífica, amorosa y grandiosa.

Solo el contacto directo con el mundo interno hace feliz al ser humano, lamento ser portadora de noticias poco agradables, “nadie te puede hacer feliz”, tampoco tú puedes hacer feliz a nadie. Ninguna persona el en mundo tiene ese poder, pero todos tienen el de hacerse felices a sí mismos.

 

Eres feliz cuando entras en las profundidades de tu ser, antes jamás lo serás.

Luz Stella Solano M.

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