En este artículo se indica cómo usar el pensamiento para crear lo que anhelamos materializar en nuestra vida.
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Los pensamientos
Algunos maestros espirituales consideran que el propósito inmediato de nuestra manifestación en este planeta es reconocer la realidad de que pensar es crear y aprender a usar en forma consciente y responsable esta facultad.
Los pensamientos, seamos o no conscientes de ellos, generan emociones. Sin pensamientos no hay sentimientos, porque estos últimos surgen de la interacción dinámica de todos los pensamientos que tenemos cuando reflexionamos; por lo tanto, los sentimientos se pueden gobernar por medio del pensamiento. Si manejamos lo que pensamos, controlamos lo que sentimos.
Llamamos sentipensamientos a la interacción entre pensamientos y sentimientos. Tenemos voluntad, llamada también libre albedrío. Ella nos proporciona la energía que usamos para pasar de los sentipensamientos a la acción consciente.
La energía
La energía —cuya definición en estado puro, es decir no ligada a la materia, es esquiva a la ciencia—, es el componente primario de todo lo que es; sin ella nada existiría. La materia en sus diversos estados, sólida, líquida y gaseosa, es energía “densificada”. Entre menor vibración, más densidad. Su manifestación es el universo y todo lo que en él existe. El vacío, que todo lo interpenetra puede ser entendido como energía en equilibrio o en reposo, energía no manifestada.
La energía, manifestada e inmanifestada, que equivale a lo que llamamos Dios, posee información y es consciente de sí y de todo aquello en lo que se transforma. Lo que llamamos amor es, del mismo modo, inherente a su naturaleza.
No hay en su esencia separación entre el manifestador, Dios —la energía consciente que es, conoce y puede— y lo manifestado, el universo. Dios se manifiesta a través de sus creaturas; sin embargo, el grado en el que despliega su conciencia, sentipensamientos y voluntad, depende de la perfección del medio usado para expresarse: la afinidad química en lo material, la conciencia de sí y del entorno en lo vegetal, la conciencia de su cuerpo y del hábitat en los animales, la autoconsciencia en los seres humanos, etcétera.
Uno con el universo
El hecho de que Dios sea uno con el universo no implica que pierda la consciencia de sí mismo, olvidándose de quien es. Podemos entonces decir que Dios es consciente de sí como fuente de la que todo emana y que es, por igual, consciente de todo aquello en lo que se transforma. No es estático sino que interactúa con su creación, la afecta y es afectado por ella. Se percata de cada gorrión que cae, porque es cada gorrión que cae.
La finalidad de la manifestación parece responder a la necesidad de Dios, o la energía, de ser todo lo que es posible ser, tanto en el campo material como en el mental-emocional. La manifestación evoluciona hacia la creación de medios cada vez más adecuados para expresar el potencial divino, presente en cada centro de conciencia que existe en el universo.
La conciencia se manifiesta en los seres humanos a través de un cuerpo espiritual que llamamos alma, que al encarnar toma un cuerpo físico que desarrolla un cuerpo energético de menor densidad que el físico y un cuerpo racional-emotivo. El cuerpo energético y el racional- emotivo sobreviven un tiempo después de la muerte del cuerpo físico.
La espiritualidad oriental es unánime en su creencia de que el alma reencarna acumulando las experiencias vividas en cada encarnación. El aumento en sabiduría del alma conlleva la posibilidad de expresar cada vez más su potencial divino. Este es el significado espiritual de lo que llamamos evolución.
El nivel de evolución del alma humana depende de la forma en que experimenta su propia identidad, ¿quién soy YO?, y del grado de unidad y compromiso que, como parte del universo, experimenta con las demás partes, ¿a quiénes considero mis hermanos? A mayor nivel de evolución mayor sentido de unidad y de amor incondicional a los otros seres que forman parte de universo, lo que equivales a menor egoísmo y mayor altruismo.
La evolución admite grados. Puede haber, por ejemplo, compromiso solo con uno mismo, con el grupo social y económico con el que nos identificamos, con las personas que sentipiensan como uno, con todos los seres humanos, con la totalidad del planeta —incluyendo plantas y animales, además de personas—, etcétera.
El universo
En el universo existen jerarquías basadas en la información y el poder que se deriva del uso de esta. Nosotros, los seres humanos —según el nivel de evolución de nuestra alma—, también poseemos información y como consecuencia de esta, poder. A mayor grado de evolución más información y, por lo tanto, más poder.
El universo es una red de centros de conciencia conectados a una conciencia global que contiene la totalidad de la información de todo lo creado. Todo en el universo está interrelacionado, el todo con las partes y las partes con el todo. No obstante, el todo, Dios, es más que la sumatoria de sus partes.
Lo anterior es similar a lo que el físico estadounidense, David Bohm (1917-1992), denominó, en su teoría del orden implicado, universo holográfico.
En el universo coexisten realidades espirituales y materiales. De hecho, la diferencia entre lo espiritual y lo material es solo asunto de grados. Mientras mayor sea la vibración de la energía, más sutil o “espiritual” será lo manifestado.
Según afirma la metafísica que soporta este artículo, existimos en un universo regido por leyes físicas y espirituales. Las leyes físicas son investigadas por las ciencias naturales. Las leyes espirituales son conocidas por sus efectos positivos en las personas cuando se las respeta y negativos cuando se las viola. También nos enteramos de ellas por medio de revelaciones realizadas por maestros espirituales a seres de avanzada evolución espiritual y por testimonios de místicos —el nivel de
Espiritualidad más alto conocido- provenientes de diversas tradiciones religiosas.
La clave
Los seres humanos por medio de nuestros sentipensamientos y de nuestra voluntad, entendida como algo que emana de nuestra alma, podemos transformar individual y/o colectivamente nuestra realidad interior así como la social y material. La energía puede ser afectada por el YO —la autoconsciencia presente en cualquier ser humano—, mediante el empleo de la mente, el uso de la voluntad fortalecida por la fe y la acción orientada hacia resultados.
Todo propósito claramente formulado, unido a la voluntad de realizarlo, tiende a materializarse. A mayor claridad mental y mayor fe en su ejecución, entendida la fe como certidumbre de lo incierto, según la bella definición del psicoanalista social Erich Fromm, (1900-1980), mayor tendencia tendrá ese propósito a realizarse; sin embargo, sin acción el binomio sentipensamiento y fe no parece ser eficaz. Esto nos lo recuerda el apóstol Santiago cuando dice que la fe sin obras está muerta (Santiago 2:14-26). Es igualmente importante recordar que el poder del pensamiento para transformar la realidad opera dentro de los límites establecidos por las leyes espirituales del universo. No debemos esperar que ni Dios, ni otras instancias del universo, hagan por nosotros lo que, dado nuestro nivel evolutivo, podemos hacer por nosotros mismos.
Dios trasciende e incluye al universo; así, puede existir sin que el universo exista. El universo —entendido como una especie de computador impersonal regido por las leyes emanadas de Dios y afectado por todos los sentipensamientos y las acciones de los seres que en él existen—, podemos programarlo con nuestros sentipensamientos y acciones. A Dios debemos solicitarle su ayuda sometiéndonos a su voluntad, al universo podemos ordenarle. Entre mayor claridad de propósito y de fe, mayor probabilidad de que nuestra programación pueda hacerle frente con éxito a programaciones que le sean contrarias. Una acción colectiva, por ejemplo la oración comunitaria, puede ser más poderosa para afectar la realidad que una actuación individual porque transforma la energía personal en energía grupal puesta al servicio de un propósito consensuado.
Hacer realidad la declaración “pensar es crear”, que sirve de título a este artículo, exige integrar los sentipensamientos, la fe y la acción consciente —la trilogía creadora—. El solo sentipensamiento no crea cuando está ausente cualquiera de estas condiciones.
El universo no responde a la inacción. Hemos de ponernos en movimiento y discernir, a partir del fluir de los acontecimientos, la voluntad impersonal del universo, fruto de la interacción de las múltiples variables que en se dan cita. Lo que fluye, aun lentamente, es señal positiva; lo que no, es señal negativa. Es igualmente necesario que aprendamos a determinar cuándo debemos insistir y cuándo es conveniente renunciar a lograr lo que anhelamos.
Tanto si creemos que podemos como si creemos que no, estamos en lo cierto, porque la posibilidad o imposibilidad de algo radica sobre todo, aunque no únicamente, en nuestra mente. Son las creencias sobre nosotros mismos y nuestras posibilidades de éxito, no los hechos, las que más influyen en que se conviertan en realidad nuestros sueños; son ellas, las creencias, las que determinan para cada uno de nosotros las fronteras de lo posible.
Existe una correlación directa entre el nivel de evolución de nuestra conciencia y la información y el poder que de ella emanan. Nuestro poder creador es potencialmente ilimitado, pero en nuestro actual estado de evolución no tenemos toda la información que nos permitiría usarlo a plenitud. Sin embargo, solo podremos conocer nuestros límites si empleamos al máximo el poco o mucho poder que creamos tener. Los resultados mostrarán nuestras posibilidades y limitaciones.
Alberto J Merlano A.

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Excelente. Muchas muchas muchas gracias
Con mucho gusto, gracias a ti por tu comentario. Bendiciones.