Continuamos con la segunda parte de este artículo que nos indica cómo usar el pensamiento para crear lo que anhelamos materializar en nuestra vida.
Índice de contenidos
El poder de la fe y sus limitaciones
Lo que dificulta que en lo personal logremos nuestros deseos es que somos ignorantes de nuestro potencial para alcanzarlos y carecemos de fe, o, en su defecto, tenemos poca esperanza. Estas apuestas de baja probabilidad poco favorecen los resultados porque le quitan energía a la acción necesaria para pedirle al universo que nos ayude a que nuestros sueños se hagan realidad.
Por el contrario, si sabemos con claridad lo que queremos y si tenemos fe en que es posible lograrlo, podemos, dentro de las limitaciones de nuestro nivel evolutivo, lograr su obtención, no importa si para fortalecer nuestra fe confiamos en poderes distintos al propio —Dios, la virgen María, un santo—, porque es más importante la fe que aquello en lo que la soportamos, pues es ella la que nos proporciona la fuerza para mover montañas de la que nos hablan los evangelios.
Esta fe ciega en los resultados, entendida como certidumbre de lo incierto, es distinta a la esperanza. La fe equivale a certeza y no deja margen para la duda. No se trata de creer que se puede, sino de saber que se puede y esto, de parte nuestra, nace de la conciencia de lo que somos, hijos de Dios, uno con el Padre y del poder que el conocimiento de ese hecho deriva, lo que demanda un alto nivel de conciencia, o de la fe en la ayuda de Dios u otro ente, que permitan que la fe emerja en nosotros.
La fe junto con la esperanza y la caridad —equivalente al amor—, son consideradas por la Iglesia católica como virtudes teologales o infusas, es decir, que nos las concede Dios gratuitamente sin que, necesariamente, hayamos hecho mérito para ello. Podemos solicitarle a Dios que la fe surja en nosotros, pero no nos es posible generarla mediante el uso de nuestra voluntad, solo queriéndolo.
Si llegamos a experimentar el tipo de fe de la que hablamos aquí, una fe que nos lleve al punto de dar por hecho lo que anhelamos y hasta de dar de antemano las gracias por ello, lancémonos a la acción sin titubeo alguno porque experimentarla es, desde la perspectiva espiritual, garantía de éxito.
La esperanza
¿Qué sucede cuando, como es lo usual, si en lugar de fe solo tenemos esperanza más o menos alta, de obtener lo que queremos? Si nuestros sentipensamientos son claros y están acompañados de la voluntad de materializarlos, no necesariamente se convertirán en realidad porque la claridad de propósitos y la esperanza, no importa cuán elevada sea, no son garantía suficiente de que lo que queremos se realice según nuestros deseos. Solo la fe, garantiza los resultados, y esta como hemos visto, no depende de nosotros.
Además de la fe hay muchas variables que pueden incidir en los resultados; por ejemplo: el nivel de evolución de nuestra alma, la calidad y cantidad de las fuerzas opuestas a las propias aspiraciones, los deseos de otros seres humanos, nuestros propios anhelos inconscientes, las leyes impersonales del universo, etcétera. Todas ellas conspiran contra la posibilidad de lograr exactamente lo que queremos.
Ley de correspondencia
Una de las fuerzas impersonales del universo que más determina la posibilidad de lograr lo que anhelamos es la llamada ley de la correspondencia. Dicha ley establece que siempre tenemos lo necesario para cumplir el plan de aprendizaje de nuestra alma y que, desde la perspectiva de la evolución en conciencia de nuestro ser, hay una diferencia significativa entre lo que queremos y lo que necesitamos. Una de sus aplicaciones es que solo obtenemos lo que necesitamos para la evolución de nuestra alma y que ello depende de la etapa de desarrollo en la que esta se encuentre y del programa de aprendizaje en el que esté inmersa.
Desde esta perspectiva, si después de hacer nuestro mejor esfuerzo no logramos lo que queremos es porque no lo necesitamos, porque podría obstaculizar nuestro propio proceso de desarrollo o el de las personas con las que tenemos relaciones de interdependencia.
Gerardo Schmedling (1946-2004), respetado maestro espiritual, sugiere que en caso de duda sobre si somos correspondientes o no con lo que ambicionamos, consultemos al universo intentando obtener lo que queremos un mínimo de tres veces y un máximo de siete. Igualmente, si nada pasa, aconseja examinar el proceso usado para lograr lo que perseguimos y eventualmente mejorarlo, o si creemos haber hecho nuestro mejor esfuerzo y hemos llevado al límite nuestras fuerzas para obtener lo que pretendemos, preguntar al universo por qué no somos correspondientes con lo que demandamos y esperar su respuesta con la confianza de que llegará.
De este modo, de ser necesario, podremos volver a intentarlo buscando hacernos correspondientes con lo que ansiamos o ajustar nuestro propósito a lo que el universo nos señale que es posible obtener. Tenemos igualmente la opción de aceptar con tranquilidad lo que no podemos cambiar, reconociendo que no necesitamos para nuestra evolución espiritual lo que anhelábamos… y dejar de quererlo.
Una consideración que hemos de tener en cuenta es que, aunque no se dé lo que esperamos, siempre influimos en los resultados. Jamás nuestros esfuerzos, exitosos o aparentemente fracasados, son inútiles, en algo afectan lo que sucede.
Ley de atracción
Las razones expuestas explican por qué la llamada Ley de la Atracción no siempre funciona; en esencia, porque no tiene en cuenta las condiciones que deben tener nuestros deseos para materializarse, en particular que la fe no depende sólo de la propia voluntad, que los múltiples deseos que confluyen en el universo compiten con los nuestros y, sobre todo, que lo que anhelamos puede ir en contravía con la ley de la correspondencia.
Dado lo anterior es recomendable dejar de antemano en manos de Dios los resultados de aquello que no controlamos y aceptar su voluntad con amor, porque esta equivale a la decisión que habríamos tomado si hubiésemos tenido la información que Dios posee sobre cómo repercutiría en nosotros mismos y en los demás lo que anhelábamos obtener.
El Santo Abandono
Cuando se trata de movilizar las fuerzas impersonales del universo, o de pedirle a Dios o a sus representantes que se nos concedan nuestros deseos, existe una alternativa distinta a la de buscar obtenerlos mediante el poder que emana de la gran verdad de que pensar es crear. Esta alternativa es la de rendirse de antemano y de forma incondicional a la voluntad de Dios. Es lo que San Ignacio de Loyola (1491- 1556) denominó el santo abandono, que consiste en interpretar las señales del universo y querer sólo aquello que Dios quiera para nosotros.
La anterior posición está expresada en la muy difundida Oración del abandono, del Beato Carlos de Foucauld (1858-1916) que dice:
Padre, me pongo en tus manos; haz de mí lo que quieras. Sea lo que sea, te doy gracias. Estoy dispuesto a todo, lo acepto todo, con tal que tu voluntad se cumpla en mí y en todas tus criaturas. No deseo más, Padre. Te confío mi alma, te la doy con todo mi amor, porque te amo y quiero darme a Ti. Me pongo en tus manos, sin limitación, sin medida, con una confianza infinita, porque tú eres mi Padre… y yo tu hijo.
La frase navega en estado de alerta, usada por el economista creador de la teoría de desarrollo a escala humana, Manfred Max Neef, en una exposición sobre el acto creativo, realizada en Bogotá en la Universidad Javeriana en 1992, puede servir de guía para esta posición existencial.
Esta entrega a la voluntad de Dios no proviene de la impotencia de quien no puede lograr lo que quiere. Antes bien, es la iluminada elección de alguien que, consciente y conocedor de su propio poder, se da cuenta de que lo más sabio es prescindir de sus deseos, descubrir lo que Dios quiere de él y ajustar la propia voluntad a la del Creador, pues nada sucede en el universo sin el beneplácito de Dios. No es, por lo tanto, pasividad; es acción guiada por los intereses del alma, no los del ego.
Como en la vida espiritual no hay atajos, si en nuestro camino no hemos llegado todavía al punto del santo abandono, hagamos lo que nuestra voz de la conciencia, o superyó, nos indique y empleemos nuestra mente y voluntad en proporcionarnos las circunstancias de vida que creamos nos convienen. Ya llegará el momento de la entrega, cuando reconozcamos por experiencia que Dios, o su hijo el universo, es mucho más sabio que nosotros. Entretanto, cursemos las “materias” que nos corresponden aprendiendo lo que tengamos que aprender y usemos el poder del pensamiento, la fe, o en su carencia la esperanza, y la acción consciente, para conseguir lo que queramos, sin dejarnos frenar por el miedo o el remordimiento.
Anexo
Cómo realizar la programación mental
- Estudia, hasta comprenderlos, los fundamentos racionales de la afirmación pensar es crear, planteados en este escrito.
- Define con claridad qué es lo que quieres, enfatizando el qué y el por qué, no el cómo, ni el cuándo.
- Si tienes FE, adelante. si no apuesta, llevando tu esperanza lo más lejos que puedas, a que conseguirás lo que quieres. Si tienes dudas sobre tu propio poder, utiliza un mediador, que puede ser Jesús, la virgen María, un santo, un familiar fallecido, etcétera; no importa quién o qué si fortalece tu esperanza en los resultados.
- Programa lo que anhelas en positivo y en tiempo presente. Lo que se quiere, o algo mejor para ti, está en proceso, o en camino de llegar a ser.
- Realiza la programación en estado de relajamiento mental, repitiéndola durante el tiempo que sea necesario, hasta que sientas que lo que deseas tiene una alta probabilidad de realizarse.
- Sin acción no hay resultados. Ponte en movimiento haciendo la parte que a ti te corresponde para obtener lo que anhelas, confiando en que siempre sucederá lo mejor para la evolución de tu alma. Da de antemano las gracias a Dios o al universo, por ello. [No por lo que quieres, sino por el resultado, el que sea, porque es lo mejor para ti y/o los relacionados contigo].
- Recuerda el principio enunciado en este artículo: el resultado esperado es directamente proporcional al grado de claridad de propósitos, fe en su obtención y control sobre las variables claves involucradas. Mientras más cercana esté tu esperanza a la certeza, mayor fuerza, o energía, tendrá tu programación.
- Supedita el resultado a la voluntad de Dios, bajo el supuesto de que Él conoce mejor que tú lo que te conviene. Igualmente, acepta que el resultado, aunque nada se obtenga o no te satisfaga del todo, es el mejor posible para ti y para el sistema sociohumano del que formas parte, es decir, para aquellos que se verían afectados por el logro de lo que anhelas.
- Recuerda que la autoprogramación tiene límites porque la mente de Dios lo puede todo, pero no nuestra mente individual en el estado de evolución en el que estamos. Entre otras cosas, la mente individual se encuentra limitada por el grado de certeza de nuestra esperanza, las leyes impersonales del universo – en particular la ley de correspondencia-, y por los deseos de otras mentes que estén en conflicto con los nuestros.
Ejemplos de autoprogramación
Los siguientes decretos, o algo más conveniente para mí, son o están en proceso de ser. YO, hijo de Dios, así lo he decretado, no obstante no se haga mi voluntad sino la de mi PADRE.
- Vivo en consciencia de unidad con todo lo que
- Mi salud es excelente y así será hasta el día de mi muerte, que ocurrirá en el momento en que yo, conscientemente, lo decida.
- Mi inteligencia y mi memoria son extraordinarias; recuerdo y asocio con facilidad nombres y rostros.
- Mi voluntad es impecable: logro lo que quiero… o dejo de quererlo.
- Disfruto de bienestar económico. El dinero fluye hacia mí en forma abundante y con poco esfuerzo. Mi patrimonio día a día crece más… y más.
- Etcétera.
Las leyes impersonales del universo siempre trabajan a favor de mi evolución, y en consecuencia todo en mi vida es como debe ser.
NOTAS:
- La forma en que están redactadas muestra el sistema correcto de hacerlo, en presente y en positivo.
- Haga usted su propia programación utilizando esta guía.
Alberto J. Merlano A.
Gracias por leer este artículo, si fue de tu agrado por favor regálame tu valioso comentario que no solo me sirve de inspiración para continuar escribiendo, sino que alimenta el corazón de otros y los impulsa a leerlo.
Si quieres profundizar más sobre estos temas en el club mente en paz podrás disfrutar de cursos llenos de una información sabia y muy profunda que te ayudará a transformar tu vida y a mejorar las condiciones de tu entorno. También tendrás a tu disposición mucho material escrito como ebooks, meditaciones, reflexiones y mucho más.
Mil gracias , sus escritos siempre lis leo en el momento preciso
Muchas gracias por su valioso comentario.
creamos una nueva humanidad con estas enseñanzas tan sencillas y maravillosas
Infinitas gracias por regalarnos su valioso comentario. Bendiciones.
Gran articulo, muy claro, y facil de compremder, muchas gracias
Muchas gracias y grandes bendiciones para ti.