Hoy mi felicidad está en mis manos, no depende de nada externo a mí, sino de la calidad de mis pensamientos, de la  tranquilidad que alimente en mi interior y la fe en que Dios dirige mis pasos. Una vida en paz y feliz no la tiene cualquiera, solo aquellos que tienen el propósito firme de transformarse a sí mismos, crecer y mejorar cada día.

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