Jamás por ninguna razón debes hacer daño a otros, aunque tengas motivos, aunque te duela el alma y sientas que te causo mucho daño, no actúes de la misma manera.

Libera tu emoción y tu dolor gritando, abrazando árboles, corriendo por una montaña, dándole puños a tu almohada o a cualquier elemento inerte que no siente, haciendo deporte o de la forma que mejor te parezca, pero nunca causando daño a quien te lo causó.

Eso sería reducirte al nivel de la otra persona, sencillamente volverte igual y te harías más daño a ti mismo del que recibiste por parte del otro. La paz llega cuando comprendemos que nada ni nadie nos puede hacer daño a no ser que nosotros le demos el permiso para hacerlo, si continuamos alimentando el dolor que por cualquier razón alguien pudo causarnos, somos nosotros mismos los que le estamos otorgando el poder, en realidad somos nosotros quienes nos hacemos daño, porque, si a cambio de sufrir superamos la situación, la comprendemos para finalmente soltarla, por mucho que el otro quiera hacernos daño, no lo logrará.

Nada ni nadie puede causarme un sufrimiento que me niego a recibir.

Si alguien te ofrece un regalo y tu no extiendes la mano para recibirlo, te niegas y no lo aceptas, ¿de quién es el regalo? Las ofensas, los gritos, insultos, traiciones o desengaños, los calumnias, las criticas o juicios sobre quienes somos no tienen ningún efecto sobre nosotros cuando nos negamos a sufrir por ellas, cuando no les prestamos atención y les restamos toda importancia.

Lamentablemente hay personas que se sienten tan mal con ellas mismas y han acumulado en su corazón tanto dolor, rabia y frustración, que en sus relaciones eso es lo que más dan, es lo que les brota de manera natural, porque no tienen nada más. Este tipo de personas merece nuestra compasión, no precisamente que les devolvamos con la misma moneda, sino que contrariamente obviemos la situación y no les prestemos atención.

Alguien que produce mucha “hiel”, es lo que más tiene para brindar a los demás, a cambio puedes devolverle una dulce y deliciosa “miel” que contraste un poco su amargura, por tu propio bien pues te sentirás en paz, por el bien de esa pobre persona que están tan mal y merece tu compasión, y por el bien de la humanidad que está tan sedienta de paz.

Por el contrario, si piensas en sus ataques y descargas de adrenalina y les das poder, si te mortifican o causan sufrimientos, las potencias y cargas con ellas, y podrás verificar que pesan más de lo imaginable.

Las críticas, los juicios y el mal trato que verdaderamente te causan más daño, son los que emites acerca de ti mismo, a esos si tenles mucho temor, huye de ellos y no permitas que visiten tu mente por ningún motivo, porque el verdadero daño no está en lo que otros piensan de ti, sino en lo que tu piensas, sientes y crees acerca de ti mismo.

La mejor medicina ante cualquier situación es el amor propio, el respeto y admiración por nosotros mismos que nos alimenta e impulsa a realizar grandes hazañas y a conquistar todo aquello que soñamos.

Preguntas:
¿Te afectan mucho las opiniones ajenas?
¿Te ofendes con facilidad?
¿Qué es más importante para ti, amarte o que te amen?

Luz Stella Solano M.

Skip to content