Los seres humanos somos seres energéticos en esencia. Por consiguiente, nuestro trabajo de evolución en la vida, el cual está en perfecta conexión con nuestro crecimiento como seres espirituales, reside, fundamentalmente, en aprender a manejar de manera eficiente nuestra energía individual.
Si observamos a diario nuestra vida, veremos que en ella están presente siempre las situaciones que nos arrebatan nuestra paz interior, nuestra tranquilidad; a las cuales nos hemos acostumbrado porque ya las vemos y aceptamos como lo natural, como lo normal. Modernamente le llamamos estrés; suceso mágico al cual le podemos “responsabilizar” todas nuestras reacciones negativas que experimentamos día a día, es la mejor justificación para nuestros comportamientos no satisfactorios.
Si tuviéramos la capacidad de ver como se realiza la transferencia de energía en este universo, nos quedaríamos totalmente atónitos al identificar que a nivel individual la principal fuga de energía que tenemos está asociada con nuestros sentimientos y emociones que percibimos como negativas.
Este conjunto de elementos, cuando no los manejamos de manera apropiada y consciente, se convierten en la causa principal de nuestras bajas más significativas de energía personal. Estos estados bajo-energéticos pueden conducirnos a depresiones, malestares, afección significativa de nuestras relaciones personales e inclusive enfermedades en determinadas circunstancias.
El gran inconveniente es que normalmente el ser humano no es consciente y actúa por lo general de una manera automática o reactiva ante las situaciones que le incomodan o no le parecen correctas desde su punto de vista, en su diario acontecer.
Como podríamos manejar mejor nuestra energía para no disiparla de una manera tan fácil ?
Empecemos por hablar de los sentimientos y las emociones para poder entender su naturaleza y así identificar alguna manera que nos permita manejarlos más eficientemente desde el punto de vista de nuestro cuerpo energético .
Los sentimientos son sensaciones que se generan en nuestro cuerpo, las cuales pueden ser percibidas, por cada individuo, como ag radables o desagradables. Los consideramos positivos cuando dicha sensación nos causa un estado de bienestar o euforia muy satisfactorio o negativos cuando nos incomodan y nos hacen sentir desarmonía física.
Como bien lo dijimos es diferente para cada persona, es decir ante un mismo evento es probable que dos personas tengan un sentimiento opuesto, el uno satisfactorio y el otro insatisfactorio. En dónde estriba la diferencia.?
La palabra “sentimental” la podemos descomponer en estas dos: “sentir y mental” que podríamos interpretar como “sentir con la mente”. Es decir, los sentimientos se originan como una respuesta muy nuestra ante situaciones que percibimos en nuestra vida, las cuales pasan y son “filtradas” a través de nuestra mente. Con base en nuestros paradigmas de vida, nuestras experiencias y aprendizajes, la mente las juzgará como aceptables o inaceptables y consecuentemente generará en nuestro cuerpo físico, un efecto físico-químico (hormonal) que nos hará “sentir” con ira, miedo, alegría, lástima, euforia, etc. Esto nos demuestra que los eventos o sucesos que percibimos a diario no son por sí solos, en su esencia “buenos” ni “malos”, ya que esa clasificación solamente será hecha por cada persona con base en sus limitaciones mentales originadas en las experiencias y aprendizajes propios de su vida. De aquí el famoso dicho “el color de la vida dependerá del color del cristal de quien la mire”.
Por otro lado, las emociones, también, son sensaciones que afectan nuestro cuerpo de manera similar a los sentimiento, pero, a diferencia de estas, no requieren pasar por el “filtro” de la mente, ya que están directamente relacionadas con los instintos del ser humano, encargados de generar, mantener y proteger su vida. Por esta razón, por ejemplo, los tiempos de respuesta de nuestro cuerpo ante situaciones de peligro, que pongan en riesgo nuestra existencia, son muchísimo más cortos y no conscientes, es decir no requieren pasar a través de nuestra mente; podríamos decir que son totalmente automáticos.
Si bien es cierto que las emociones no las podemos controlar ni manejar, también es muy cierto que el mayor porcentaje de eventos en nuestra vida están ligados con sentimientos y no con emociones. Es decir poder comprender y manejar las primeras en su condición negativa nos aportará un excelente beneficio energético. Téngase en cuenta que en ningún momento se está hablando de eliminarlas, ya que ellas son inherentes a nuestra naturaleza humana, y se producen en relación directa con el nivel de evolución de nuestra conciencia.
Si comprendemos que nuestros sentimientos son causados por nuestras limitaciones mentales, el trabajar sobre estas últimas nos aportará el primer ingrediente necesario para mejorar su manejo energético. Este hecho nos evitará reaccionar negativamente de manera irreflexiva ante las situaciones que enfrentamos y consideramos como molestas o incómodas. Si ante el evento desconectamos nuestra “respuesta automática” y conscientemente analizamos la situación desde diferentes puntos de vista y no de manera única como lo percibimos dentro de nuestro paradigma, podremos responder de una manera tranquila y sobre todo libre de los sentimientos asociados que nos drenan significativamente nuestra energía.
En la medida que el ser humano continúe trabajando y vaya logrando la reducción de sus limitaciones mentales, cada vez disminuirá la generación de emociones que desgastan su nivel energético. Este cambio se irá dando paulatinamente mientras vaya substituyendo las falsas creencias o errores por la comprensión de la realidad, de como funciona el universo con base en leyes claramente establecidas.
Germán Martínez
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